Estas reflexiones salen de más que 40 años de ministerio como sacerdote católico. Pasé la mayoría de estos años en la Diócesis de Charlotte que está situada en Carolina del Norte occidental de los Estados Unidos. Ahora, estoy jubilado, y vivo en Medellín, Colombia, y sigo sirviendo como sacerdote en la Arquidiócesis de Medellín.
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Jesús dijo a la multitud: "Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí nunca tendrá sed”. (Jn 6:35-40)
https://bible.usccb.org/es/bible/lecturas/041724.cfm
Las comidas son una parte esencial del ministerio de Jesús. En el contexto de una comida, Jesús nos da el Sacramento de su Cuerpo y de su Sangre. En los evangelios, acoge en la mesa a todo tipo de personas desagradables. Como siempre ha proclamado la Iglesia, Jesús satisface las hambres más profundas de la familia humana. Señor, sólo una palabra tuya bastará para sanarnos.
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Mientras lo apedreaban, Esteban repetía esta oración: "Señor Jesús, recibe mi espíritu". Después se puso de rodillas y dijo con fuerte voz: "Señor, no les tomes en cuenta este pecado". Diciendo esto, se durmió en el Señor. Y Saulo estuvo de acuerdo en que mataran a Esteban. (Hechos 7:61-8:1a)
https://bible.usccb.org/es/bible/lecturas/041624.cfm
El martirio de Esteban es el primero después de la muerte y resurrección de Jesús. A Esteban se le llama el proto-mártir. La muerte de Esteban recuerda la muerte de Jesús en el evangelio según Lucas y, por supuesto, establece la conversión de Saulo (más tarde Pablo).
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Jesús les contestó: “Yo les aseguro que ustedes no me andan buscando por haber visto signos, sino por haber comido de aquellos panes hasta saciarse. No trabajen por ese alimento que se acaba, sino por el alimento que dura para la vida eterna y que les dará el Hijo del hombre; porque a éste, el Padre Dios lo ha marcado con su sello”. (Jn 6:22-29)
https://bible.usccb.org/es/bible/lecturas/041524.cfm
El alimento que dura para la vida eterna—en la Eucaristía, el sacramento de su Cuerpo y de su Sangre, Jesús se nos da a sí mismo.
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En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: "El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús . . . Dios cumplió así lo que había predicho por boca de los profetas: que su Mesías tenía que padecer. Por lo tanto, arrepiéntanse y conviértanse, para que se les perdonen sus pecados". (Hechos 3:13-15, 17-19)
https://bible.usccb.org/es/bible/lecturas/041424.cfm
En los Hechos de los Apóstoles encontramos un eco de la predicación de la Iglesia primitiva. Jesús es presentado como el Siervo Sufriente del Señor (Isaías 52:13-53:12) en cumplimiento de los profetas.
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En aquellos días, como aumentaba mucho el número de los discípulos, hubo ciertas quejas de los judíos griegos contra los hebreos, de que no se atendía bien a sus viudas en el servicio de caridad de todos los días. Los Doce convocaron entonces a la multitud de los discípulos y les dijeron: “No es justo que, dejando el ministerio de la palabra de Dios, nos dediquemos a administrar los bienes. Escojan entre ustedes a siete hombres de buena reputación, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a los cuales encargaremos este servicio. Nosotros nos dedicaremos a la oración y al servicio de la palabra”. (Hechos 6:1-7)
https://bible.usccb.org/es/bible/lecturas/041324.cfm
Los problemas lingüísticos han acompañado a la Iglesia desde el principio. Para resolver el problema tenemos la institución de los Siete (¡todos con nombres griegos!), que más tarde se identificarían con los diáconos. María, la Madre de Jesús, y su familia se reunían en oración con la comunidad primitiva (Hechos 1:14).