Estas reflexiones salen de más que 40 años de ministerio como sacerdote católico. Pasé la mayoría de estos años en la Diócesis de Charlotte que está situada en Carolina del Norte occidental de los Estados Unidos. Ahora, estoy jubilado, y vivo en Medellín, Colombia, y sigo sirviendo como sacerdote en la Arquidiócesis de Medellín.
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Dejen ya de pisotear mis atrios y no me traigan dones vacíos ni incienso abominable. Ya no aguanto sus novilunios y sábados ni sus asambleas. Sus solemnidades y fiestas las detesto; se me han vuelto una carga insoportable. Cuando extienden sus manos para orar, cierro los ojos; aunque multipliquen sus plegarias, no los escucharé. Sus manos están llenas de sangre. Lávense y purifíquense; aparten de mí sus malas acciones. Dejen de hacer el mal, aprendan a hacer el bien, busquen la justicia, auxilien al oprimido, defiendan los derechos del huérfano y la causa de la viuda’’. (Is 1:10-17)
https://bible.usccb.org/es/bible/lecturas/071524.cfm
No es que la nación no fuera religiosa. Al contrario, era super religiosa. . . pero sus manos estaban llenas de sangre, como dice el profeta. ¿Cómo limpiarse? Aprende a hacer el bien, haz de la justicia tu objetivo, repara al agraviado, escucha la súplica del huérfano, defiende a la viuda. La justicia y las obras de misericordia corporales no son opcionales. Ellas son la condición sine qua non para ser religioso. San Buenaventura enseña a la Iglesia que debemos utilizar el cerebro que Dios nos dio para comprender el mundo que nos rodea y alabar al Creador.
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En aquel tiempo, Amasías, sacerdote de Betel, le dijo al profeta Amós: “Vete de aquí, visionario, y huye al país de Judá; gánate allá el pan, profetizando; pero no vuelvas a profetizar en Betel, porque es santuario del rey y templo del reino”. Respondió Amós: “Yo no soy profeta ni hijo de profeta, sino pastor y cultivador de higos. El Señor me sacó de junto al rebaño y me dijo: ‘Ve y profetiza a mi pueblo, Israel’ ”. (Am 7:12-15)
https://bible.usccb.org/es/bible/lecturas/071424.cfm
El profeta Amós no tenía ningún título teológico, ninguna formación. La única cualificación que tenía Amós era el llamado recibido de Dios. Si Dios puede hablar por medio de Amós, Dios puede hablar por medio de cada uno de nosotros. Como decía el viejo cura: "Dios llama a quien quiere". Tal vez tengamos que escuchar.
https://youtu.be/cGNYDcqdl8g?si=r-VWqs_4RfcLymhS
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El año de la muerte del rey Ozías, vi al Señor, sentado sobre un trono muy alto y magnífico. La orla de su manto llenaba el templo. Había dos serafines junto a él, con seis alas cada uno: con un par se cubrían el rostro; con otro, se cubrían los pies, y con el otro, volaban. Y se gritaban el uno al otro: "Santo, santo, santo es el Señor, Dios de los ejércitos; su gloria llena toda la tierra". Temblaban las puertas al clamor de su voz y el templo se llenaba de humo. (Is 6:1-8)
https://bible.usccb.org/es/bible/lecturas/071324.cfm
El llamado del profeta Isaías comienza con esta visión del Señor y los serafines. El canto de los serafines tiene su eco en el Sanctus (Santo, Santo, Santo) de la Eucaristía. En cierto sentido, la liturgia de la tierra se une a la liturgia del cielo en un coro de alabanza sin fin.
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No volveremos a llamar “dios nuestro” a las obras de nuestras manos, pues sólo en ti encuentra piedad el huérfano’. Yo perdonaré sus infidelidades, dice el Señor; los amaré, aunque no lo merezcan, porque mi cólera se ha apartado de ellos. Seré para Israel como rocío; mi pueblo florecerá como el lirio, hundirá profundamente sus raíces, como el álamo, y sus renuevos se propagarán; su esplendor será como el del olivo y tendrá la fragancia de los cedros del Líbano. Volverán a vivir bajo mi sombra, cultivarán los trigales y las viñas, que serán tan famosas como las del Líbano. (Os 14:2-10)
https://bible.usccb.org/es/bible/lecturas/071224.cfm
Llegamos a la conclusión de la profecía de Oseas con esta promesa de restauración. En los profetas, volver a Dios nunca significa hacer cosas "de iglesia", sino hacer la obra de justicia para que el huérfano encuentre piedad en ti.
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"Cuando Israel era niño, yo lo amé, y de Egipto llamé a mi hijo, dice el Señor. Yo fui quien enseñó a andar a Efraín, yo quien lo llevaba en brazos; pero no comprendieron que yo cuidaba de ellos. Yo los atraía hacia mí con los lazos del cariño, con las cadenas del amor. Yo fui para ellos como un padre, que estrecha a su creatura y se inclina hacia ella para darle de comer. (Os 11:1-4, 8a-9)
https://bible.usccb.org/es/bible/lecturas/071124.cfm
Hoy celebramos al padre de los monjes de Occidente. Aunque hubo monjes antes que San Benito, su regla para los monasterios, conocida por su moderación y sentido común, se convirtió en el modelo de las reglas de muchas órdenes religiosas. Las primeras palabras de la Regla de San Benito son: “Escucha, hijo, los preceptos del Maestro, e inclina el oído de tu corazón; recibe con gusto el consejo de un padre piadoso, y cúmplelo verdaderamente”.