Estas reflexiones salen de más que 40 años de ministerio como sacerdote católico. Pasé la mayoría de estos años en la Diócesis de Charlotte que está situada en Carolina del Norte occidental de los Estados Unidos. Ahora, estoy jubilado, y vivo en Medellín, Colombia, y sigo sirviendo como sacerdote en la Arquidiócesis de Medellín.
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Jesús le dijo: “¡María!” Ella se volvió y exclamó: “¡Rabuní!”, que en hebreo significa ‘maestro’. Jesús le dijo: “Ve a decir a mis hermanos: ‘Subo a mi Padre y su Padre, a mi Dios y su Dios’ ”. María Magdalena se fue a ver a los discípulos para decirles que había visto al Señor y para darles su mensaje. (Jn 20:11-18)
https://bible.usccb.org/es/bible/lecturas/040224.cfm
Hoy escuchamos por fin el resto del evangelio del Domingo de Pascua. María Magdalena cree que el Resucitado es el jardinero, hasta que él la llama por su nombre y ella lo reconoce. Como nos dice el Evangelio, el Buen Pastor llama a sus ovejas por nombre y ellas lo siguen. Con razón la Iglesia primitiva llamaba a María Magdalena la "Apóstola de los Apóstoles", pues ella completa la misión apostólica de "ir y decir”.
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Después de escuchar las palabras del ángel, las mujeres se alejaron a toda prisa del sepulcro, y llenas de temor y de gran alegría, corrieron a dar la noticia a los discípulos. Pero de repente Jesús les salió al encuentro y las saludó. Ellas se le acercaron, le abrazaron los pies y lo adoraron. Entonces les dijo Jesús: “No tengan miedo. Vayan a decir a mis hermanos que se dirijan a Galilea. Allá me verán”. (Mt 28:8-15)
https://bible.usccb.org/es/bible/lecturas/040124.cfm
Estamos agradecidos a María Magdalena y a todas las mujeres fieles que cumplieron la misión apostólica que recibieron del Señor de “ir y decir”. Porque el Señor Resucitado va delante de nosotros a todas las Galileas de este mundo y allí lo vemos.
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Pues Cristo, nuestro cordero pascual, ha sido inmolado. Celebremos, pues, la fiesta de la Pascua, no con la antigua levadura, que es de vicio y maldad, sino con el pan sin levadura, que es de sinceridad y verdad. (1 Cor 5:6b-8)
https://bible.usccb.org/es/bible/lecturas/033124.cfm
¡Que la paz del Señor resucitado esté siempre con ustedes! ¡Cristo ha resucitado! ¡¡Ha resucitado el Señor!! ¡¡¡Aleluya, aleluya!!!
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Las mujeres entraron en el sepulcro y vieron a un joven, vestido con una túnica blanca, sentado en el lado derecho, y se llenaron de miedo. Pero él les dijo: “No se espanten. Buscan a Jesús de Nazaret, el que fue crucificado. No está aquí; ha resucitado. Miren el sitio donde lo habían puesto. Ahora vayan a decirles a sus discípulos y a Pedro: ‘Él irá delante de ustedes a Galilea. Allá lo verán, como él les dijo’ ”. Temblorosas y desconcertadas, las mujeres salieron huyendo del sepulcro. No dijeron nada a nadie porque tenían miedo. (Mc 16:1-8)
https://bible.usccb.org/es/bible/lecturas/033024.cfm
Las mujeres no dijeron nada a nadie porque tenían miedo. Fin del Evangelio. Probablemente, esto sea el final más extraño de un evangelio. Por supuesto, lo que el escritor del evangelio quiere es que nosotros, los oyentes del evangelio, vayamos y completemos la misión: ¡ir y decir la Buena Nueva! Y así, ¡Cristo ha resucitado! ¡¡Ha resucitado el Señor!! ¡¡¡Aleluya, aleluya!!!
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Jesús, el Hijo de Dios, es nuestro sumo sacerdote, que ha entrado en el cielo. Mantengamos firme la profesión de nuestra fe. En efecto, no tenemos un sumo sacerdote que no sea capaz de compadecerse de nuestros sufrimientos, puesto que él mismo ha pasado por las mismas pruebas que nosotros, excepto el pecado. Acerquémonos, por lo tanto, con plena confianza al trono de la gracia, para recibir misericordia, hallar la gracia y obtener ayuda en el momento oportuno. (Heb 4:14-16; 5:7-9)
https://bible.usccb.org/es/bible/lecturas/032924.cfm
Jesús se entrega por nosotros: ¡qué amor tan asombroso!