Estas reflexiones salen de más que 40 años de ministerio como sacerdote católico. Pasé la mayoría de estos años en la Diócesis de Charlotte que está situada en Carolina del Norte occidental de los Estados Unidos. Ahora, estoy jubilado, y vivo en Medellín, Colombia, y sigo sirviendo como sacerdote en la Arquidiócesis de Medellín.

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Sión había dicho: 'El Señor me ha abandonado, el Señor me tiene en el olvido'. ¿Puede acaso una madre olvidarse de su creatura hasta dejar de enternecerse por el hijo de sus entrañas? Aunque hubiera una madre que se olvidara, yo nunca me olvidaré de ti", dice el Señor todopoderoso. (Is 49:8-15)
https://bible.usccb.org/es/bible/lecturas/040225.cfm
Las imágenes maternales de Dios no son frecuentes en las Escrituras, pero sin duda son inolvidables. La promesa de Dios conmueve el corazón: Aunque ella “se olvidara, yo nunca me olvidaré de ti”.

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Hay en Jerusalén una piscina llamada Betesdá, en hebreo, con cinco pórticos, bajo los cuales yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos. Entre ellos estaba un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo. Al verlo ahí tendido y sabiendo que ya llevaba mucho tiempo en tal estado, Jesús le dijo: "¿Quieres curarte?" (Jn 5:1-16)
https://bible.usccb.org/es/bible/lecturas/040125.cfm
Mientras los catecúmenos se preparan para el bautismo y el resto de nosotros nos preparamos para renovar nuestros votos bautismales en Pascua, las lecturas de hoy están llenas de imágenes de agua. El Señor, que ofrece libremente el Agua Viva, el Agua de Vida Eterna, nos pregunta: "¿Quieres quedar sano?”.

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Esto dice el Señor: “Voy a crear un cielo nuevo y una tierra nueva; ya no recordaré lo pasado, lo olvidaré de corazón. Se llenarán ustedes de gozo y de perpetua alegría por lo que voy a crear. (Is 65:17-21)
https://bible.usccb.org/es/bible/lecturas/033125.cfm
Un cielo nuevo, una tierra nueva. Dado que el mundo es un completo desastre gracias a nosotros, la esperanza de un cielo nuevo y una tierra nueva carece de sentido sin un nuevo nosotros. Y eso es exactamente lo que Dios promete. Seremos el gozo y la alegría de Dios. No más lágrimas, no más lamentos, no más personas sin techo y no más hambre. Entonces, ¿cuál es el truco? Tenemos que dejar atrás nuestras antiguas costumbres de guerra, avaricia e injusticia, y elegir ser las personas que Dios nos creó para ser.

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En aquel tiempo, se acercaban a Jesús los publicanos y los pecadores para escucharlo. Por lo cual los fariseos y los escribas murmuraban entre sí: “Éste recibe a los pecadores y come con ellos”. (Lc 15:1-3, 11-32)
https://bible.usccb.org/es/bible/lecturas/033025-YearC.cfm
La parábola del hijo pródigo se entiende mejor en el contexto donde la sitúa el evangelista: comer y beber con pecadores. La acusación contra Jesús, de acoger a los pecadores y comer con ellos, es uno de los primeros recuerdos que tenemos de la Eucaristía. Quién es bienvenido a la mesa se ha convertido en una cuestión candente en algunos círculos eclesiásticos, pero Jesús respondió a esa pregunta hace mucho tiempo.

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El publicano, en cambio, se quedó lejos y no se atrevía a levantar los ojos al cielo. Lo único que hacía era golpearse el pecho, diciendo: ‘Dios mío, apiádate de mí, que soy un pecador’. Pues bien, yo les aseguro que éste bajó a su casa justificado y aquél no. (Lc 18:9-14)
https://bible.usccb.org/es/bible/lecturas/032925.cfm
La parábola del fariseo y el publicano habla de la hipocresía de nosotros los creyentes. Tal vez, por eso los antiguos padres y madres de la iglesia siempre recomendaban la «Oración de Jesús»: «Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí».