Estas reflexiones salen de más que 40 años de ministerio como sacerdote católico. Pasé la mayoría de estos años en la Diócesis de Charlotte que está situada en Carolina del Norte occidental de los Estados Unidos. Ahora, estoy jubilado, y vivo en Medellín, Colombia, y sigo sirviendo como sacerdote en la Arquidiócesis de Medellín.

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Ocho días después, estaban reunidos los discípulos a puerta cerrada y Tomás estaba con ellos. Jesús se presentó de nuevo en medio de ellos y les dijo: “La paz esté con ustedes”. Luego le dijo a Tomás: “Aquí están mis manos; acerca tu dedo. Trae acá tu mano; métela en mi costado y no sigas dudando, sino cree”. Tomás le respondió: “¡Señor mío y Dios mío!” Jesús añadió: “Tú crees porque me has visto; dichosos los que creen sin haber visto”. (Jn 20:26-29)
Tal vez, Santo Tomás quería pruebas de la Resurrección, pero las Escrituras no dicen que Tomás de veras tocó al Señor Resucitado. Aunque el Señor le dice: “Adelante, acerca tu dedo, trae acá tu mano”, Tomás no lo hace. Y encima de todo, el Señor le dice, “No sigas dudando, sino cree”. Y Tomás lo hace cuando nos da la confesión más alta sobre Jesús en todas las Escrituras: “¡Señor mío y Dios mío!”

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Amasías le dijo a Amós: “Vete de aquí, visionario, y huye al país de Judá; gánate allá el pan, profetizando; pero no vuelvas a profetizar en Betel, porque es santuario del rey y templo del reino”. Respondió Amós: “Yo no soy profeta ni hijo de profeta, sino pastor y cultivador de higos. El Señor me sacó de junto al rebaño y me dijo: ‘Ve y profetiza a mi pueblo, Israel’. Y ahora escucha tú la palabra del Señor. (Amós 7:12-16)
Un retiro es muy bacano, la vista de las montañas es encantadora, una caminata en la naturaleza es relajante, mirar las olas en la playa es el cielo. Pero, como el profeta Amós, cuando Dios nos llama . . . frecuentemente es en medio de la vida diaria: Yo era pastor y el Señor me sacó de junto al rebaño y me dijo: ‘Ve y profetiza a mi pueblo, Israel’. Entonces Amós se pone el perro y dijo: Escucha tú la palabra del Señor.

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"Yo desprecio y detesto las fiestas de ustedes, no me agradan sus solemnidades. Aunque me ofrezcan holocaustos, no aceptaré sus ofrendas ni miraré con agrado sus sacrificios de novillos gordos. Alejen de mí el ruido de sus canciones; no quiero escuchar la música de sus arpas. Que fluya la justicia como el agua y la bondad como un torrente inagotable’’. (Amós 5:21-24)
El profesor de homilética en el seminario siempre quejaba contra la política usando la religión. El dijo, “Cuando los políticos están usando la religión, los pobres siempre sufren”. El profeta Amós tenía el mismo punto de vista. El antiguo Israel era muy religioso: había muchas fiestas, música sacra, un montón de sacrificios. Solo faltó lo necesario que Dios quería: LA JUSTICIA.

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R/. Señor, guíame con tu justicia. (Salmo 5)
La trágica muerte de George Floyd de parte de la policía provocó manifestaciones masivas en todo el mundo. El grito por justicia es antiguo y muy bíblico. El Salmo de hoy nos recuerda de que al entrar a la casa del Señor, y postrarse dando culto al Señor, debemos estar en el camino de justicia. Como dijo el Papa San Pablo VI en el discurso en el ONU:
Si quieres la paz, lucha por la justicia.
Si no luchamos por la justicia, no podemos dar culto al Señor como Dios quiere.

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Pedro, el Apóstol, y Pablo, el maestro de las naciones, nos han enseñado tu Evangelio, Señor. (Antífona de la Entrada)
Hoy es la fiesta de los dos apóstoles más grandes que la iglesia de Roma tiene como sus fundadores. En toda la antigua Ciudad de Roma, las iglesia siempre muestran Pedro y Pablo juntos. Aunque murieron en años distintos, en la celebración de sus martirios, los dos están juntos. Qué todos pudiéramos decir con San Pablo:
Ha llegado para mí la hora del sacrificio y se acerca el momento de mi partida. He luchado bien en el combate, he corrido hasta la meta, he perseverado en la fe. Ahora sólo espero la corona merecida, con la que el Señor, justo juez, me premiará en aquel día, y no solamente a mí, sino a todos aquellos que esperan con amor su glorioso advenimiento. (2 Tim 4:6-8)