Estas reflexiones salen de más que 40 años de ministerio como sacerdote católico. Pasé la mayoría de estos años en la Diócesis de Charlotte que está situada en Carolina del Norte occidental de los Estados Unidos. Ahora, estoy jubilado, y vivo en Medellín, Colombia, y sigo sirviendo como sacerdote en la Arquidiócesis de Medellín.
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R. Sálvame, Señor, en el peligro. En el peligro invoqué al Señor, en mi angustia le grité a mi Dios; desde su templo, él escuchó mi voz, y mi grito llegó a sus oídos. R. Sálvame, Señor, en el peligro. (Salmo 17)
A veces pensamos que nadie nos escucha, y que a nadie nos importa. Pero las Escrituras nos dicen que nuestros gritos lleguen a los oídos de Dios.
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R. El Señor nunca olvida sus promesas. Ni aunque transcurran mil generaciones, se olvidará el Señor de sus promesas, de la alianza pactada con Abraham, del juramento a Isaac, que un día le hiciera. R. El Señor nunca olvida sus promesas. (SALMO 104)
El Señor siempre se acuerda . . . de la Alianza, de la Tierra, de sus Promesas, de su Pueblo. Al contrario, nosotros tendemos a olvidar. Como decía el abuelo, “Cuando nos dejamos de recordar . . . nos olvidamos”. Que Dios siempre se acuerda de nosotros y nunca se olvida . . . esto es nuestra esperanza.
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El rey Nabucodonosor, estupefacto, se levantó precipitadamente y dijo a sus consejeros: “¿Acaso no estaban atados los tres hombres que arrojamos al horno?” Ellos contestaron: “Sí, señor”. El rey replicó: “¿Por qué, entonces, estoy viendo cuatro hombres sueltos, que se pasean entre las llamas, sin quemarse? Y el cuarto, parece un ángel”. (Dn 3:91-92)
Los tres jóvenes en el horno es una de las historias de la Biblia más impresionante. Dios siempre nos cuida aunque todo y todos están en nuestra contra.
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R. Señor, escucha mi plegaria.
Señor, escucha mi plegaria;
que a tu presencia lleguen mis clamores.
El día de la desgracia.
Señor, no me abandones.
Cuando te invoque, escúchame
y enseguida respóndeme.
R. Señor, escucha mi plegaria. (Salmo 101)
La Cuaresma nos invita a rezar, ayunar y hacer obras de misericordia. Pero esta Cuaresma de 2020 nos enfoca en la oración. Como San Pablo nos dice: “Oren sin cesar” (1 Tes 5:17). Por eso, con el salmista le recordamos al Señor: Señor, no me abandones. Cuando te invoque, escúchame y enseguida respóndeme.
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Entonces Jesús se enderezó y le preguntó: “Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Nadie te ha condenado?” Ella le contestó: “Nadie, Señor”. Y Jesús le dijo: “Tampoco yo te condeno. Vete y ya no vuelvas a pecar”. (Jn 8:10-11)
En la historia de Susana y los Dos Ancianos (Daniel 13:1-64), toda la asamblea “levantó la voz y bendijo a Dios, que salva a los que esperan en él. Aquel día se salvó una vida inocente.” Pero el evangelio de Jesús y la Mujer Adúltera es otra historia por completo. Tal vez se debiera decir: “Aquel día se salvó una vida NO inocente.” O como dijo el afiche de la casa de retiros de la diócesis que mostró una mano con piedra: “Un día le pidieron a Jesús su apoyo para la pena de muerte, y les dijo, “Aquel de ustedes que no tenga pecado, que le tire la primera piedra.”