Estas reflexiones salen de más que 40 años de ministerio como sacerdote católico. Pasé la mayoría de estos años en la Diócesis de Charlotte que está situada en Carolina del Norte occidental de los Estados Unidos. Ahora, estoy jubilado, y vivo en Medellín, Colombia, y sigo sirviendo como sacerdote en la Arquidiócesis de Medellín.

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Al ver a las multitudes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y desamparadas, como ovejas sin pastor. Entonces dijo a sus discípulos: “La cosecha es mucha y los trabajadores, pocos. Rueguen, por lo tanto, al dueño de la mies que envíe trabajadores a sus campos”. (Mt 9:36-38)
Algunos piensan que la crisis vocacional en la iglesia de hoy es el resultado de las reformas, especialmente las reforms litúrgicas, del Segundo Concilio Vaticano (1962-1965). Eso es pura tontería. Desde el inicio de la iglesia, siempre ha sido una crisis de vocaciones—nunca ha sido suficientes trabajadores para las mies. Como el Papa Francisco dice: lo que necesitamos no es una gran cantidad de pastores, sino pastores que huelen a las ovejas.

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Ya estamos en el Verano de los Profetas. Hoy empezamos con la lectura del libro del Profeta Oseas. Oseas es probablemente el más erótico de todos los profetas. La “acción profética” que Dios requiere del profeta es más allá que todos los profetas.
La primera vez que el Señor habló por medio de Oseas, le dijo: «Ve y toma por esposa una prostituta, y ten con ella hijos de prostitución, porque el país se ha prostituido por completo. ¡Se ha apartado del Señor!» (Os 1:2)
Por supuesto, los hacedores del leccionario que viven en Roma han quitado todos los versículos ofensivos para protegernos. Por eso, es mi consejo que lleven su Biblia para revisar los versículos omitidos. A veces, hay muchas sorpresas.

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“Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga y yo les daré alivio. Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso, porque mi yugo es suave y mi carga, ligera’’. (Mt 11:28-30)
Gracias a la familia colombiana que me adoptó, ya tengo muchos familiares. Una de mis sobrinas es Lina. Lina y su esposo, Giuseppe, son enfermeros. Viven y trabajan en Venecia, Italia. El norte de Italia fue uno de los primeros epicentros del coronavirus fuera de China. En febrero recibimos un vídeo mensaje de Lina. Acababa de terminar el turno en el trabajo en hospital y era exhausta. La sala donde trabaja había sido convertida en sala de Covid-19. Ella quería advertirnos sobre los peligros del virus. La pobrecita estaba llena del estrés y cansancio. Muchos trabajadores de salud en todo el mundo sufren igual. Tal vez, el evangelio de hoy es para ellos, porque están fatigados y agobiados.
La foto de hoy es del Gran Vitral Oriental de la Basílica de San Lorenzo, Asheville, Carolina del Norte.

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Así dice el Señor: “Aquel día levantaré la choza caída de David, taparé sus brechas, levantaré sus ruinas como en otros tiempos. (Amós 9:11)
“La choza caída de David” — ¡qué fuerte! Para Israel ya llegaron tiempos difíciles. Pero el profeta Amós habla de esperanza. Y tal vez en medio de esta pandemia, cuando el orgullo nacional ha sufrido, podamos mirar más allá que los límites del nacionalismo y de “¡América Primero!” y podamos ver lo que Dios tiene para toda la humanidad. Este Dios que “anuncia la paz a su pueblo”.
R/. Dios anuncia la paz a su pueblo. Voy a escuchar lo que dice el Señor: Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos y a los que se convierten de corazón. R/. Dios anuncia la paz a su pueblo. La misericordia y la fidelidad se encuentran, la justicia y la paz se besan; la fidelidad brota de la tierra y la justicia mira desde el cielo. R/. Dios anuncia la paz a su pueblo. (Salmo 84:9ab & 10, 11-12)

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Ocho días después, estaban reunidos los discípulos a puerta cerrada y Tomás estaba con ellos. Jesús se presentó de nuevo en medio de ellos y les dijo: “La paz esté con ustedes”. Luego le dijo a Tomás: “Aquí están mis manos; acerca tu dedo. Trae acá tu mano; métela en mi costado y no sigas dudando, sino cree”. Tomás le respondió: “¡Señor mío y Dios mío!” Jesús añadió: “Tú crees porque me has visto; dichosos los que creen sin haber visto”. (Jn 20:26-29)
Tal vez, Santo Tomás quería pruebas de la Resurrección, pero las Escrituras no dicen que Tomás de veras tocó al Señor Resucitado. Aunque el Señor le dice: “Adelante, acerca tu dedo, trae acá tu mano”, Tomás no lo hace. Y encima de todo, el Señor le dice, “No sigas dudando, sino cree”. Y Tomás lo hace cuando nos da la confesión más alta sobre Jesús en todas las Escrituras: “¡Señor mío y Dios mío!”