Estas reflexiones salen de más que 40 años de ministerio como sacerdote católico. Pasé la mayoría de estos años en la Diócesis de Charlotte que está situada en Carolina del Norte occidental de los Estados Unidos. Ahora, estoy jubilado, y vivo en Medellín, Colombia, y sigo sirviendo como sacerdote en la Arquidiócesis de Medellín.

Si salgo al campo, encuentro gente muerta por la espada;
si entro en la ciudad, hallo gente que se muere de hambre. 
Hasta los profetas y los sacerdotes 
andan errantes por el país y no saben qué hacer. ¿Acaso has rechazado, Señor, a Judá? 
¿O te has cansado ya de Sión? ¿Por qué nos has herido tan gravemente,
 que ya no tenemos remedio? 
Esperábamos tranquilidad y sólo hay perturbación; 
esperábamos la curación y sólo encontramos miedo. (Jer 14:18-19)

El Profeta Jeremías es uno de los grandes de las Escrituras. Los sufrimientos del profeta provocan una poesía poderosa. Me acuerdo de un librito del profeta del ministerio juvenil llamado “¿Estás Bromeando, Jeremías?” Jeremías no estaba bromeando. El profeta dio todo por el honor y la gloria de Dios. La lectura de hoy concluye:

Tú solo, Señor y Dios nuestro, haces todas estas cosas,
por eso en ti tenemos puesta nuestra esperanza. (Jer 14:22)