El Señor me dijo: “Ve a comprar un cinturón de lino y póntelo en la cintura, pero no lo metas en el agua”. Compré el cinturón y me lo puse en la cintura, según la orden del Señor. Entonces el Señor me habló por segunda vez y me dijo: “Toma el cinturón que compraste y que llevas puesto en la cintura, levántate y vete al río Eufrates y escóndelo ahí, en el agujero de una roca”. Fui y lo escondí en el Eufrates, como me había ordenado el Señor. Al cabo de mucho tiempo, me dijo el Señor: “Levántate, vete al Eufrates y recoge el cinturón que te mandé que escondieras ahí”. Fui al Eufrates, escarbé y recogí el cinturón del sitio donde lo había escondido; pero el cinturón se había podrido: no servía para nada. (Jer 13:1-7)
Un “cinturón de lino” suena muy elegante . . . pero en realidad el profeta tiene que comprar un taparrabos. A veces la Biblia es muy franca y brusca. Las acciones proféticas parecen exageradas, pero no lo son. Dios está hablando en serio. La relación que Dios tiene con Israel es muy íntima . . . como un taparrabos . . . pero el pueblo no escuchaba y por eso no servía para nada . . . como un taparrabos podrido.
La foto es de Faith II por Anton Smit, escultor de Sudáfrica.