Estas reflexiones salen de más que 40 años de ministerio como sacerdote católico. Pasé la mayoría de estos años en la Diócesis de Charlotte que está situada en Carolina del Norte occidental de los Estados Unidos. Ahora, estoy jubilado, y vivo en Medellín, Colombia, y sigo sirviendo como sacerdote en la Arquidiócesis de Medellín.

El Señor me dijo: “Ve a comprar un cinturón de lino y póntelo en la cintura, pero no lo metas en el agua”. Compré el cinturón y me lo puse en la cintura, según la orden del Señor. Entonces el Señor me habló por segunda vez y me dijo: “Toma el cinturón que compraste y que llevas puesto en la cintura, levántate y vete al río Eufrates y escóndelo ahí, en el agujero de una roca”. Fui y lo escondí en el Eufrates, como me había ordenado el Señor. Al cabo de mucho tiempo, me dijo el Señor: “Levántate, vete al Eufrates y recoge el cinturón que te mandé que escondieras ahí”. Fui al Eufrates, escarbé y recogí el cinturón del sitio donde lo había escondido; pero el cinturón se había podrido: no servía para nada. (Jer 13:1-7)

Un “cinturón de lino” suena muy elegante . . . pero en realidad el profeta tiene que comprar un taparrabos. A veces la Biblia es muy franca y brusca. Las acciones proféticas parecen exageradas, pero no lo son. Dios está hablando en serio. La relación que Dios tiene con Israel es muy íntima . . . como un taparrabos . . . pero el pueblo no escuchaba y por eso no servía para nada . . . como un taparrabos podrido.

La foto es de Faith II por Anton Smit, escultor de Sudáfrica.