Estas reflexiones salen de más que 40 años de ministerio como sacerdote católico. Pasé la mayoría de estos años en la Diócesis de Charlotte que está situada en Carolina del Norte occidental de los Estados Unidos. Ahora, estoy jubilado, y vivo en Medellín, Colombia, y sigo sirviendo como sacerdote en la Arquidiócesis de Medellín.
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El Señor está cerca de los de corazón quebrantado. (Salmo 33:18)
Muchos tienen familiares en cuidado intensivo y no pueden visitarlos; muchas familias han perdido seres queridos y no podían despedirse de ellos, ni verlos por última vez; ni siquiera podían asistir sus funerales. Tanto dolor, tanto sufrimiento. Pero nuestra fe nos dice que el Señor está cerca de los de corazón quebrantado. Esto es nuestra esperanza. Dios no nos abandona. El Señor está con nosotros en cada sufrimiento humano. El Señor nos lleva en su corazón.
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Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él tenga vida eterna. (Jn 3:16)
Tanto amó Dios al mundo . . . pues, este versículo aprendí en la catequesis. Y estoy agradecido porque nos falta escuchar que Dios ama al mundo . . . y tal vez, nosotros también. En el tiempo de pandemia necesitamos un recordatorio de que el amar al mundo como lo ama Dios nos llama a ser responsables. Amar al prójimo significa que a veces hay que entrar a la cuarentena.
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María contestó: “Yo soy la esclava del Señor; cúmplase en mí lo que me has dicho”. (Lc 1:38)
El “Sí” de María fue completo, no parcial. Ella dijo “Sí” al plan de Dios por nuestra salvación. Ella dijo “Sí”: al Pesebre de Belén, al exilio en Egipto, a las Bodas de Caná, al pie de la Cruz de su Hijo, a la Resurrección, al Día de Pentecostés donde estaba reunida con los discípulos.
Todavía la Virgen María sigue rezando por la iglesia.
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Esto dice el Señor: “Voy a crear un cielo nuevo y una tierra nueva; Se llenarán ustedes de gozo y de perpetua alegría por lo que voy a crear: Me alegraré por Jerusalén y me gozaré por mi pueblo. Ya no se oirán en ella gemidos ni llantos. (Is 65:17a, 18a, 19b)
Esta antigua profecía de Isaías habla de esperanzas para nosotros de hoy que estamos en medio del crisis mundial del coronavirus. Un cielo nuevo y una tierra nueva . . . y nosotros un nuevo pueblo lleno de gozo y perpetua alegría.
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Supo Jesús que lo habían echado fuera, y cuando lo encontró, le dijo: “¿Crees tú en el Hijo del hombre?” Él contestó: “¿Y quién es, Señor, para que yo crea en él?” Jesús le dijo: “Ya lo has visto; el que está hablando contigo, ése es”. Él dijo: “Creo, Señor”. Y postrándose, lo adoró. Entonces le dijo Jesús: “Yo he venido a este mundo para que se definan los campos: para que los ciegos vean, y los que ven queden ciegos”. (Juan 9:35-39)
Jesús siempre está con los rechazados. Cuando el hombre nacido ciego fue echado, Jesús lo encontró. Es interesante que mientras estuviera ciego el hombre no tenía problemas, pero después de tener los ojos abiertos fue echado de la comunidad. Que el Señor abre nuestros ojos para podamos ver al mundo con los ojos compasivos de Cristo.