Estas reflexiones salen de más que 40 años de ministerio como sacerdote católico. Pasé la mayoría de estos años en la Diócesis de Charlotte que está situada en Carolina del Norte occidental de los Estados Unidos. Ahora, estoy jubilado, y vivo en Medellín, Colombia, y sigo sirviendo como sacerdote en la Arquidiócesis de Medellín.
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Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian y rueguen por los que los persiguen y calumnian. (Mt 5:44)
El Señor nos conoce bien . . . amar a nuestros enemigos. Y ¿cómo? El nos da ejemplo. En la Cruz Jesús dice: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen” (Lc 23:34).
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Deja tu ofrenda junto al altar y ve primero a reconciliarte con tu hermano, y vuelve luego a presentar tu ofrenda. (Mt 5:24)
Muchas veces cuando se habla de la reconciliación, pensamos en el Sacramento de la Reconciliación, o la Confesión. Pero el Señor quiere más nuestra reconciliación los unos con los otros. Y esa reconciliación es más fuerte y más difícil.
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La reina Ester, ante el peligro mortal, suplicó al Señor: “Ayúdame ahora a mí, porque no tengo a nadie más que a ti, Señor y Dios mío”. (Est C 14)
Cuando nos encontremos con el agua al cuello, y no hay rescate, la oración en momento de desesperación puede ser efectiva. Como mi abuela solía decir: “A veces Dios necesita recordatorio.”
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Todavía es tiempo, dice el Señor. Arrepiéntanse de todo corazón y vuélvanse a mí, que soy compasivo y misericordioso. (Jl 2:12-13)
“Todavía es tiempo” significa que hay tiempo aunque sea muy tarde, todavía hay tiempo para todos nosotros. Soy sureño y los sureños somos diferentes . . . pero compasivo y misericordioso siempre gana mi pobre corazón.
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Jesús dijo a sus discípulos: Ustedes, pues, oren así: Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga tu Reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en tentación y líbranos del mal. (Mt 6:9-13)
Las dos palabras más radicales en la oración que Jesús nos dio son las primeras dos: Padre nuestro.
Cuando rezamos “Padre nuestro”, todos estamos incluidos. “Padre nuestro” habla sobre nuestra relación con Dios . . . y también sobre nuestra relación los unos con los otros.