Estas reflexiones salen de más que 40 años de ministerio como sacerdote católico. Pasé la mayoría de estos años en la Diócesis de Charlotte que está situada en Carolina del Norte occidental de los Estados Unidos. Ahora, estoy jubilado, y vivo en Medellín, Colombia, y sigo sirviendo como sacerdote en la Arquidiócesis de Medellín.
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Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo, el Señor, y nos presentamos como servidores de ustedes, por Jesús. Pues el mismo Dios que dijo: Brille la luz en medio de las tinieblas, es el que ha hecho brillar su luz en nuestros corazones, para dar a conocer el resplandor de la gloria de Dios, que se manifiesta en el rostro de Cristo.
(2 Cor 3:15-4:1,3-6)
La gloria de Dios en el rostro de Jesucristo. . . esa gloria brilla a nuestro alrededor. . . en el rostro de todos nuestros hermanos y hermanas, especialmente de los más vulnerables y dolidos.
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Dios me ha hecho servidor competente de una nueva alianza, basada no en la letra, sino en el Espíritu; porque la letra mata, pero el Espíritu da vida.
(2 Cor 3:4-11)
Siempre me da tristeza cuando la buena gente de la iglesia quiere seguir la letra de la ley en lugar de prestar atención al Espíritu que "da vida".
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Dios es testigo de que la palabra que les dirigimos a ustedes no fue primero “sí” y luego “no”. Cristo Jesús, el Hijo de Dios, a quien Silvano, Timoteo y yo les hemos anunciado, no fue primero “sí” y luego “no”. Todo él es un “sí”.
(2 Cor 1:18-22)
Todas las promesas de Dios se cumplen en Jesús. Jesús es siempre SÍ.
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En aquel tiempo, cuando Jesús vio a la muchedumbre, subió al monte y se sentó. Entonces se le acercaron sus discípulos. Enseguida comenzó a enseñarles, habándoles así:
“Dichosos los pobres de espíritu,
porque de ellos es el Reino de los cielos.
(Mt 5:1-12)
Hoy comenzamos la lectura continua del ministerio público de Jesús desde el evangelio de Mateo. El Sermón de la Montaña nos invita a vivir los valores del Reino ahora. De hecho, ese es el secreto de los santos: escucharon que el evangelio no se dirigía a otros, sino a ellos.
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Cuando Cristo se presentó como sumo sacerdote que nos obtiene los bienes definitivos, penetró una sola vez y para siempre en el “lugar santísimo”, a través de una tienda, que no estaba hecha por mano de hombres, ni pertenecía a esta creación. No llevó consigo sangre de animales, sino su propia sangre, con la cual nos obtuvo una redención eterna.
(Heb 9:11-15)
La Fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo proclama el maravilloso amor de Dios revelado bajo las formas del pan y el vino. Como nos dice San Pablo, "Cuando comemos este pan y bebemos esta copa, proclamamos la muerte del Señor hasta que Él vuelva”.