Estas reflexiones salen de más que 40 años de ministerio como sacerdote católico. Pasé la mayoría de estos años en la Diócesis de Charlotte que está situada en Carolina del Norte occidental de los Estados Unidos. Ahora, estoy jubilado, y vivo en Medellín, Colombia, y sigo sirviendo como sacerdote en la Arquidiócesis de Medellín.

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En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó corriendo un hombre, se arrodilló ante él y le preguntó: “Maestro bueno, ¿qué debo hacer para alcanzar la vida eterna?” Jesús le contestó: “Ya sabes los mandamientos”. Entonces él le contestó: “Maestro, todo eso lo he cumplido desde muy joven”. Jesús lo miró con amor y le dijo: “Sólo una cosa te falta: Ve y vende lo que tienes, da el dinero a los pobres y así tendrás un tesoro en los cielos. Después, ven y sígueme”. Pero al oír estas palabras, el hombre se entristeció y se fue apesadumbrado, porque tenía muchos bienes. (Mc 10:17-30)
El secreto de los santos es que escucharon el evangelio dirigido a ellos. Y luego actuaron en consecuencia. La pregunta para nosotros es ¿qué escuchamos? ¿Nos está hablando el Señor? Y si es así, ¿qué haremos al respecto para poder seguirlo?

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En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba a la multitud, una mujer del pueblo, gritando, le dijo: “¡Dichosa la mujer que te llevó en su seno y cuyos pechos te amamantaron!” Pero Jesús le respondió: “Dichosos todavía más los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica”. (Lc 11:27-28)
Escuchar la palabra de Dios y ponerla en práctica es de lo que se trata la fe. Es una antigua costumbre en la Iglesia dedicar el sábado a la Virgen María, que “atesoraba todas estas cosas y las reflexionaba en su corazón” (Lc 2, 19) y nos enseña a hacer lo mismo.

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Ya está cerca el día del Señor.
Es un día de oscuridad y de tinieblas,
día de nubes y de tormenta. (Joel 1:13-15;2:1-2)
El Día del Señor en el profeta Joel es aterrador. Pero como nos recuerda el salmo de hoy: El Señor juzgará al mundo con justicia (Salmo 9: 2-3,6; 16: 8-9). Quizás, las antiguas Obras de Misericordia Corporales puedan ser útiles en el Día del Señor: alimentar a los hambrientos, dar de beber a los sedientos, vestir a los desnudos, albergar a los desamparados, visitar a los enfermos, visitar a los presos, y enterrar a los muertos. Como nos recuerda la Profesión de Fe, habrá un examen final. . . “De nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin.”

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Pidan y se les dará, busquen y encontrarán, toquen y se les abrirá. Porque quien pide, recibe; quien busca, encuentra y al que toca, se le abre. (Lc 11:5-13)
La razón por la que podemos pedir, la razón por la que podemos buscar, la razón por la que podemos tocar la puerta es que Jesús nos ha enseñado a orar: "Cuando oren, digan: Padre, santificado sea tu nombre”. Ayer celebré una Misa especial en la casa de Margarita Ochoa Ochoa quien cumplió 100 años. En medio de la fiesta que siguió a la Misa, ella prendió el televisor para que ella y su hermanita pudieran rezar la Coronilla de la Divina Misericordia. Fue un poquito de sabiduría espiritual de una jovencita de 100 años.

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Un día, Jesús estaba orando y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: “Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos”.
Entonces Jesús les dijo: “Cuando oren, digan:
Padre, santificado sea tu nombre,
venga tu Reino,
danos hoy nuestro pan de cada día
y perdona nuestras ofensas,
puesto que también nosotros perdonamos
a todo aquel que nos ofende,
y no nos dejes caer en tentación”. (Lc 11:1-4)
La versión de Lucas de la oración del Señor es el modelo simplificado, ordenado y limpio, y al grano, muy parecido al santo de hoy. Recordamos hoy a San Bruno, quien fue el fundador de la orden semi-eremita, los cartujos. Hay una película sobre la vida de los cartujos titulada Into Great Silence (El Gran Silencio). No pasa mucho en esta película de casi tres horas, excepto el encuentro con Dios a través de un gran silencio.