Hermanas y hermanos: Yo les pregunto: ¿Acaso Dios ha rechazado a su pueblo? De ninguna manera. Pues yo también soy israelita, descendiente de Abraham y de la tribu de Benjamín. Dios no ha rechazado a su pueblo, pues él mismo lo eligió. Porque Dios no se arrepiente de sus dones ni de su elección. (Rom 11:1-2a,11-12,25-29)
Qué difícil es para algunas personas aceptar la clara enseñanza de San Pablo sobre el pueblo judío . . . y del Concilio Vaticano II en NOSTRA AETATE (1965).