Estas reflexiones salen de más que 40 años de ministerio como sacerdote católico. Pasé la mayoría de estos años en la Diócesis de Charlotte que está situada en Carolina del Norte occidental de los Estados Unidos. Ahora, estoy jubilado, y vivo en Medellín, Colombia, y sigo sirviendo como sacerdote en la Arquidiócesis de Medellín.

- :
Los que se dejan guiar por el Espíritu de Dios, ésos son hijos de Dios. No han recibido ustedes un espíritu de esclavos, que los haga temer de nuevo, sino un espíritu de hijos, en virtud del cual podemos llamar Padre a Dios. El mismo Espíritu Santo, a una con nuestro propio espíritu, da testimonio de que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos también herederos de Dios y coherederos con Cristo, puesto que sufrimos con él para ser glorificados junto con él. (Rom 8:12-17)
¡Qué importante es el don del Espíritu, porque el Espíritu es el comprobante de que somos hijos de Dios! Para que no vivamos con miedo . . . más bien, vivimos sabiendo que somos verdaderamente hijos de Dios y herederos con Cristo. Porque también nosotros podemos decir con confianza: "¡Abba, Padre!"

- :
Salmo Responsorial (Salmo 125)
R. El Señor ha estado grande con nosotros,
y estamos alegres.
Aun los mismos paganos con asombro decían:
“¡Grandes cosas ha hecho por ellos el Señor!”
Y estábamos alegres,
pues ha hecho grandes cosas por su pueblo el Señor.
R. El Señor ha estado grande con nosotros,
y estamos alegres.
La alegría es la respuesta adecuada al don de la salvación. . . y por supuesto, como descubrió Bartimeo cuando tuvo un encuentro con nuestro gran sumo sacerdote y recibió la vista . . . no solo se alegró sino que siguió a Cristo en el Camino.

- :
Si el Espíritu del Padre, que resucitó a Jesús de entre los muertos, habita en ustedes, entonces el Padre, que resucitó a Jesús de entre los muertos, también les dará vida a sus cuerpos mortales, por obra de su Espíritu, que habita en ustedes. (Rom 8:1-11)
Siempre me encanta esa parte del Credo de Nicea cuando decimos, "por nosotros y por nuestra salvación". Es solo un recordatorio de que todo lo que celebramos en Cristo tiene un propósito: específicamente "por nosotros y por nuestra salvación". Y por eso, pedimos las oraciones de la santísima Madre de Dios: "ruega por nosotros, los pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén."

- :
Bien sé yo que nada bueno hay en mí . . . . (Rom 7:18-25)
En el pasaje de hoy de la Carta a los Romanos, San Pablo describe el conflicto interno que todos experimentamos: nuestra mente quiere hacer el bien, pero nuestros cuerpos no cooperan. El poder para superar esta lucha tan humana no viene de nosotros . . . más bien, como dice San Pablo: “¡La gracia de Dios, por medio de Jesucristo, nuestro Señor”! Hoy es la fiesta de San Juan Pablo II. Cuando regresó a su casa después de su viaje a Roma, todas las amigas de mi madre le preguntaron en broma: "Norma, ¿quién es ese hombre de la foto contigo y Mauricio?”

- :
¿Piensan acaso que he venido a traer paz a la tierra? De ningún modo. No he venido a traer la paz, sino la división. De aquí en adelante, de cinco que haya en una familia, estarán divididos tres contra dos y dos contra tres. Estará dividido el padre contra el hijo, el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra. (Lc 12:49-53)
¡No encontrarás este dicho de Jesús en ninguna tarjeta de felicitación de Hallmark! ¿Por qué alguna comunidad cristiana habría guardado este dicho en particular de Jesús? Debe haber reflejado la experiencia real vivida por los miembros de esa comunidad. Muchos de los primeros cristianos perdieron a sus familias de origen cuando se unieron a este “culto” llamado Camino. Los primeros cristianos tenían que ser familia entre sí. . . la comunidad cristiana era la única familia que les quedaba. Quizás es por eso que todavía usamos términos familiares entre nosotros en la iglesia: hermana, hermano, madre y padre. La iglesia es la familia a la que todos pertenecemos, pase lo que pase. Santa Laura Montoya (más conocida como La Madre Laura) es la primera colombiana en ser canonizada. Fundó una comunidad religiosa y trabajó con los pueblos indígenas. Falleció el 21 de octubre de 1949. Su santuario está en Medellín, Colombia.