Estas reflexiones salen de más que 40 años de ministerio como sacerdote católico. Pasé la mayoría de estos años en la Diócesis de Charlotte que está situada en Carolina del Norte occidental de los Estados Unidos. Ahora, estoy jubilado, y vivo en Medellín, Colombia, y sigo sirviendo como sacerdote en la Arquidiócesis de Medellín.
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Después el carcelero los sacó de allí y les preguntó: “¿Qué debo hacer para salvarme?” Ellos le contestaron: “Cree en el Señor Jesús y te salvarás, tú y tu familia”. Y les explicaron la palabra del Señor a él y a todos los de su casa.
El carcelero se los llevó aparte, y en aquella misma hora de la noche les lavó las heridas y enseguida se bautizó él con todos los suyos.
(Hechos 16:22-34)
La historia de Pablo y Silas en la prisión tiene este fascinante detalle: después de que el carcelero les lavó las heridas, él y toda su familia fueron bautizados de inmediato. ¡Todos se lavan y disfrutan de una comida celebrando nueva fe en Dios!
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Entre las que nos escuchaban, había una mujer, llamada Lidia, de la ciudad de Tiatira, comerciante en púrpura, que adoraba al verdadero Dios. El Señor le tocó el corazón para que aceptara el mensaje de Pablo. Después de recibir el bautismo junto con toda su familia, nos hizo esta súplica: “Si están convencidos de que mi fe en el Señor es sincera, vengan a hospedarse en mi casa”. Y así, nos obligó a aceptar.
(Hechos 16:11-15)
Dios nos une en el camino de la fe y coloca a las personas en nuestras vidas en el momento justo. Lo que puede parecer pura casualidad, en una reflexión más profunda revela una mano guiadora en acción. Hoy es la fiesta de San Damián de Molokai, el sacerdote leproso que trajo nuevas esperanzas a las personas desesperadas.
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Queridos hijos: Amémonos los unos a los otros, porque el amor viene de Dios.
(1 Jn 4:7-11)
El Día de las Madres es el momento perfecto para recordar y decir "gracias" por el maravilloso regalo de nuestras madres (y todas las madres-osos que hemos tenido en nuestras vidas). Nuestras madres nos enseñan esta verdad básica de nuestra fe: amarnos unos a otros. El amor de una madre, como el amor de Dios, es un amor feroz, un amor sacrificado.
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Jesús dijo a sus discípulos: “Si el mundo los odia, sepan que me ha odiado a mí antes que a ustedes. Si fueran del mundo, el mundo los amaría como cosa suya; pero el mundo los odia porque no son del mundo, pues al elegirlos, yo los he separado del mundo.
Acuérdense de lo que les dije: ‘El siervo no es superior a su señor’. Si a mí me han perseguido, también a ustedes los perseguirán.
(Jn 15:18-21)
Cuando éramos niños, nunca quisimos ser los últimos elegidos, y mucho menos el que nadie quería. Ser elegido por el Señor conlleva otros riesgos. O como dijo el sermón más corto que escuché en seminario sobre este pasaje en particular: "¿Por qué ya nadie nos odia?" Después de hacer la pregunta, el joven estudiante predicador se sentó en un silencio atónito. La foto de hoy es del ambón (el púlpito) de la iglesia de la abadía de San Meinrado.
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SALMO RESPONSORIAL (Salmo 56)
R. Te daré gracias ante los pueblos, Señor. Aleluya.
Mi corazón está firme, Dios mío,
mi corazón está firme.
Voy a cantar y a tocar:
despierta, gloria mía,
despierten, cítara y arpa;
despertaré a la aurora.
R. Te daré gracias ante los pueblos, Señor. Aleluya.
El centro de nuestra fe es la Eucaristía, el Sacramento del Cuerpo y la Sangre del Señor. La palabra "eucaristía" viene del griego; significa "dar gracias". Usamos esa palabra porque “el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan y, después de dar gracias, lo partió y dijo:“ Esto es mi cuerpo que es para ustedes. Hagan esto en memoria de mí. De la misma manera también la copa, después de la cena, diciendo: “Esta copa es la nueva alianza sellada con mi sangre; cada vez que beban de ella, háganlo en memoria de mí” (1 Co 11, 23-25). La acción de gracias es el corazón mismo de nuestra fe. Doy gracias a Dios por su presencia en mi vida. Gracias a todos los que asistieron ayer a la Misa y a los que se acordaron de mí en oración. ¡Que Dios los bendiga a todos!