Estas reflexiones salen de más que 40 años de ministerio como sacerdote católico. Pasé la mayoría de estos años en la Diócesis de Charlotte que está situada en Carolina del Norte occidental de los Estados Unidos. Ahora, estoy jubilado, y vivo en Medellín, Colombia, y sigo sirviendo como sacerdote en la Arquidiócesis de Medellín.
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En aquel tiempo, Jesús dijo a Pedro: “Sígueme”. Pedro, volviendo la cara, vio que iba detrás de ellos el discípulo a quien Jesús amaba, el mismo que en la cena se había reclinado sobre su pecho y le había preguntado: ‘Señor, ¿quién es el que te va a traicionar?’ Al verlo, Pedro le dijo a Jesús: “Señor, ¿qué va a pasar con éste?” Jesús le respondió: “Si yo quiero que éste permanezca vivo hasta que yo vuelva, ¿a ti qué? Tú, sígueme”.
Por eso comenzó a correr entre los hermanos el rumor de que ese discípulo no habría de morir. Pero Jesús no dijo que no moriría, sino: ‘Si yo quiero que permanezca vivo hasta que yo vuelva, ¿a ti qué?’
Éste es el discípulo que atestigua estas cosas y las ha puesto por escrito, y estamos ciertos de que su testimonio es verdadero. Muchas otras cosas hizo Jesús y creo que, si se relataran una por una, no cabrían en todo el mundo los libros que se escribieran.
(Jn 21:20-25)
Llegamos a la Segunda (y última) Conclusión del Cuarto Evangelio. (La primera conclusión está al final del capítulo 20, Jn20:30-31). Es notable la referencia que el Discípulo Amado ha testificado de estas cosas y "las ha puesto por escrito". Aparentemente, el Discípulo Amado ya murió. Pero como señala el escritor de este capítulo final, si todo lo que hizo Jesús estuviera escrito, el mundo no podría contener los libros.
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Por tercera vez Jesús le preguntó: “Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?” Pedro se entristeció de que Jesús le hubiera preguntado por tercera vez si lo quería, y le contestó: “Señor, tú lo sabes todo; tú bien sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Apacienta mis ovejas.
Yo te aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías la ropa e ibas a donde querías; pero cuando seas viejo, extenderás los brazos y otro te ceñirá y te llevará a donde no quieras”. Esto se lo dijo para indicarle con qué género de muerte habría de glorificar a Dios. Después le dijo: “Sígueme’’.
(Jn 21:15-19)
Llegamos a los últimos días de la Pascua. Este capítulo 21 se ha agregado al Cuarto Evangelio. El capítulo comienza con Desayuno a la Orilla. Luego, en el pasaje de hoy, Pedro es restaurado al ministerio y en su martirio seguirá a Jesús. Mañana escucharemos sobre lo que le pasa al Discípulo Amado.
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Aclamación antes del Evangelio
R. Aleluya, aleluya.
Que todos sean uno, como tú, Padre, en mí y yo en ti, somos uno, a fin de que el mundo crea que tú me has enviado, dice el Señor. (Jn 17:21)
R. Aleluya.
El pasaje de hoy es una continuación de la Oración Sacerdotal de Jesús del capítulo 17 del Cuarto Evangelio. ¡Qué importante es nuestra unidad!
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Dicho esto, se arrodilló para orar con todos ellos. Todos se pusieron a llorar y abrazaban y besaban a Pablo, afligidos, sobre todo, porque les había dicho que no lo volverían a ver. Y todos lo acompañaron hasta el barco. (Hechos 20:28-38)
Fue una despedida entre lágrimas cuando San Pablo se despidió de los presbíteros de la Iglesia de Éfeso. Pero nuestras "despedidas" nunca son definitivas. . . en el Señor nos volveremos a ver.
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En aquellos días, hallándose Pablo en Mileto, mandó llamar a los presbíteros de la comunidad cristiana de Éfeso. Cuando se presentaron, les dijo: “La vida, para mí, no vale nada. Lo que me importa es llegar al fin de mi carrera y cumplir el encargo que recibí del Señor Jesús: anunciar el Evangelio de la gracia de Dios.” (Hechos 20:17-27)
San Paul terminará su carrera. Su martirio en Roma, junto con el martirio de San Pedro en Roma, marcaron un punto de inflexión para la Iglesia Primitiva. Por supuesto, la iglesia de Roma podría entonces reclamar como propios a los dos más grandes apóstoles. Este tiempo entre la Ascensión y Pentecostés se considera la primera novena. . . rezando por la venida del Espíritu Santo.