Estas reflexiones salen de más que 40 años de ministerio como sacerdote católico. Pasé la mayoría de estos años en la Diócesis de Charlotte que está situada en Carolina del Norte occidental de los Estados Unidos. Ahora, estoy jubilado, y vivo en Medellín, Colombia, y sigo sirviendo como sacerdote en la Arquidiócesis de Medellín.
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Pues bien, ¡ánimo!, Zorobabel; ¡ánimo!, Josué, hijo de Yosadac, sumo sacerdote; ¡ánimo!, pueblo entero. ¡Manos a la obra!, porque yo estoy con ustedes, dice el Señor de los ejércitos. Conforme a la alianza que hice con ustedes, cuando salieron de Egipto, mi espíritu estará con ustedes. No teman’. (Ageo 2:1-9)
Ánimo, manos a la obra, estoy con ustedes, no teman. Palabras poderosas del profeta Hageo, palabras para el pueblo de Dios en todos los tiempos, palabras para nosotros hoy en este tiempo de política de división. Porque hay trabajo por hacer: cuidar de los enfermos y los presos, acoger a los inmigrantes, dar esperanza a los desesperados, construir un mundo de justicia donde todos puedan encontrar un lugar en la mesa de la familia humana. Hoy es la fiesta de Nuestra Señora de la Misericordia, la fiesta de las Hermanas de la Misericordia.
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Ahora pues, esto dice el Señor del universo:
Piensen bien en su situación.
Sembraron mucho y recogieron poco;
comen y no se llenan;
beben y siguen con sed;
se visten y no entran en calor;
el trabajador guarda su salario en saco roto. (Ageo 1:1-8)
Nuestras riquezas son como el “saco roto”. Terminamos fríos, insatisfechos y sin mucho que mostrar a pesar de toda nuestra supuesta riqueza. Los santos señalan el camino para acumular tesoros en el cielo, viviendo ya no más para “nosotros mismos sino para él, que por nosotros murió y resucitó” (Plegaria Eucarística IV).
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En aquel tiempo, Jesús reunió a los Doce y les dio poder y autoridad para expulsar toda clase de demonios y para curar enfermedades. Luego los envió a predicar el Reino de Dios y a curar a los enfermos . . . Ellos se pusieron en camino y fueron de pueblo en pueblo, predicando el Evangelio y curando en todas partes. (Lc 9:1-6)
Como los Doce, estamos llamados a ser discípulos misioneros proclamando la Buena Nueva de palabra y obra. Hoy es la fiesta de San Mauricio y sus compañeros mártires.
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En aquel tiempo, Jesús vio a un hombre llamado Mateo, sentado a su mesa de recaudador de impuestos, y le dijo: “Sígueme”. Él se levantó y lo siguió.
Después, cuando estaba a la mesa en casa de Mateo, muchos publicanos y pecadores se sentaron también a comer con Jesús y sus discípulos. Viendo esto, los fariseos preguntaron a los discípulos: “¿Por qué su Maestro come con publicanos y pecadores?” Jesús los oyó y les dijo: “No son los sanos los que necesitan de médico, sino los enfermos. Vayan, pues, y aprendan lo que significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios. Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores”. (Mt 9:9-13)
El Llamado de Mateo nos da esperanza a todos, especialmente cuando Jesús se sienta a la mesa en la casa de Mateo con los recaudadores de impuestos y los pecadores. El comer y beber con los pecadores es probablemente el recuerdo más antiguo que tiene la iglesia de la Eucaristía. La buena noticia es que Jesús todavía nos invita a sentarnos a su mesa. Como dijo recientemente el Papa Francisco, nunca le ha negado la comunión a nadie. Tampoco el Señor.
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Jesús dijo a la multitud: “Nadie enciende una vela y la tapa con alguna vasija o la esconde debajo de la cama, sino que la pone en un candelero, para que los que entren puedan ver la luz. (Lc 8:16-18)
Celebramos hoy a los primeros mártires de Corea. Andrew Kim Taegōn fue el primer sacerdote coreano nacido en Corea. Fue martirizado a los 25 años. Paul Chōng Ha-sang era catequista. Escribió el primer catecismo en coreano y tenía 45 años cuando dio su vida por Cristo. Hubo 103 mártires coreanos canonizados juntos. Se estima que en la década de 1800 entre 8.000 y 10.000 fueron martirizados por su fe. ¡Que su luz siga brillando sobre Corea y el mundo entero!