Estas reflexiones salen de más que 40 años de ministerio como sacerdote católico. Pasé la mayoría de estos años en la Diócesis de Charlotte que está situada en Carolina del Norte occidental de los Estados Unidos. Ahora, estoy jubilado, y vivo en Medellín, Colombia, y sigo sirviendo como sacerdote en la Arquidiócesis de Medellín.
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Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que había dicho el Señor por boca del profeta Isaías: He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, a quien pondrán el nombre de Emmanuel, que quiere decir Dios-con-nosotros. (Mt 1:17-24)
https://bible.usccb.org/es/bible/lecturas/121822.cfm
Dios está con nosotros . . . ese es el gran misterio que celebramos. A través del desarrollo de la historia y en el desorden de la vida humana, Dios viene a ser uno con nosotros para que podamos ser uno con otro y con Dios para siempre o como nos han enseñado los antiguos Padres y Madres de la iglesia: El Hijo de Dios se hizo Hijo del Hombre para que las mujeres y los hombres pudieran convertirse en hijos amados de Dios.
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Salmón engendró de Rajab a Booz; Booz engendró de Rut a Obed, Obed a Jesé, y Jesé al rey David. David engendró de la mujer de Urías a Salomón. (Mt 1:1-17)
https://bible.usccb.org/es/bible/lecturas/121722.cfm
Llegamos a la segunda y última parte del Adviento, el tiempo de las O (las O Antífonas): “¡Oh Sabiduría de Dios, ven a enseñarnos el camino de la vida!” Una de mis lecturas favoritas del evangelio es la genealogía del Señor según San Mateo. La Rajab mencionada no es la Rahab, la “Ramera de Jericó” del Libro de Josué, pero solo el nombre recuerda a esa otra Rajab de sórdida reputación. (Es como el nombre Jezabel en el Sur: el nombre se usa pero NUNCA para niñas pequeñas). Rut, una extranjera, es una de las tatarabuelas del Señor, y luego ni siquiera se podía mencionar a la pobre Betsabé. Ella es solo "la esposa de Urías", a quien David había asesinado después de que el rey se acostara con su esposa. Una historia familiar algo interesante para el Señor. . . en muchos sentidos muy parecido al nuestro!
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Esto dice el Señor: "Velen por los derechos de los demás, practiquen la justicia, porque mi salvación está a punto de llegar y mi justicia a punto de manifestarse. No diga el extranjero que ha dado su adhesión al Señor: 'Sin duda que el Señor me excluirá de su pueblo'. A los extranjeros que se han adherido al Señor para servirlo, amarlo y darle culto, los conduciré a mi monte santo
y los llenaré de alegría en mi casa de oración. Mi casa será casa de oración para todos los pueblos". (Is 56:1-3a, 6-8)
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Una casa de oración para todos los pueblos. . . ¡Qué visión para el Adviento! . . qué visión para la iglesia, donde todos pueden venir y estar alegres. Porque el Señor no excluye a nadie del pueblo de Dios. Tal vez el buen Papa San Juan XXIII tenía en mente este pasaje cuando dijo: "Nunca conocí a una persona con la que no pudiera orar".
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Por un breve instante te dejé abandonada, pero con gran ternura te uniré conmigo; en un arrebato de indignación, te oculté mi rostro por un instante, pero me compadecí de ti con amor eterno, dice tu redentor, el Señor. Aunque se aparten las montañas y vacilen las colinas, mi amor no se apartará de ti. (Is 54:1-10)
https://www.eucaristiadiaria.cl/dia_cal.php?fecha=2022-12-15
Mi amor nunca te dejará . . . ese es el amor eterno de nuestro Dios. En un mundo donde la división y la violencia parecen dominar, el Adviento proclama el amor eterno de Dios por nosotros en Cristo, cuya venida esperamos con gozosa esperanza.
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“Dejen, cielos, caer su rocío y que las nubes lluevan la justicia; que la tierra se abra y haga germinar la salvación y que brote juntamente la justicia. Yo, el Señor, he creado todo esto”. (Is 456c,-8, 18, 21c-25)
https://bible.usccb.org/es/bible/lecturas/121422.cfm
El Salmo Responsorial nos invita a rezar: ¡Dejen, cielos, caer su rocío y que las nubes lluevan al justo! La obra de justicia es obra de Dios. Estamos llamados a participar en llevar la creación a su cumplimiento. El Adviento nos prepara para la venida del Justo mientras celebramos su nacimiento entre nosotros. Proclamamos lo que hemos visto y oído: que en Cristo la misericordia y la verdad se han encontrado, la justicia y la paz se han besado. San Juan de la Cruz (1542-1591) enseñó a la iglesia que las emociones pueden llevarnos a Dios a través de la oración y la contemplación. Se refirió a Dios como “Amado mío”.