Estas reflexiones salen de más que 40 años de ministerio como sacerdote católico. Pasé la mayoría de estos años en la Diócesis de Charlotte que está situada en Carolina del Norte occidental de los Estados Unidos. Ahora, estoy jubilado, y vivo en Medellín, Colombia, y sigo sirviendo como sacerdote en la Arquidiócesis de Medellín.
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En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Han oído ustedes que se dijo: Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo; yo, en cambio, les digo: Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian y rueguen por los que los persiguen y calumnian, para que sean hijos de su Padre celestial. (Mt 5:43-44)
El Señor siempre nos pide lo imposible . . . amar a nuestros enemigos. Pero el Señor nos da ejemplo. En la Cruz Jesús perdonó a todos nosotros. Si pudiéramos amar a nuestros enemigos . . . ¡qué diferente el mundo!
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Entonces se le acercó su esposa, Jezabel, y le dijo: “¿Por qué estás de mal humor y no quieres comer?” Él respondió: “Es que hablé con Nabot de Yezrael y le dije que me vendiera su viña o que, si prefería, yo se la cambiaría por otra mejor; pero él me respondió que no me daría su viña”. Su esposa Jezabel, le dijo: “¿No que tú eres el rey poderoso que manda en Israel? Levántate, come y alégrate. Yo te daré la viña de Nabot”. (1 Reyes 21:5-7)
En el Sur muchos tienen nombres de la Biblia . . . pero el nombre de Jezabel, casi nunca. Tal vez, William Shakespeare, tenía la figura de Jezabel en mente cuando creó el personaje de Lady Macbeth.
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Hermanos: El cáliz de la bendición con el que damos gracias, ¿no nos une a Cristo por medio de su sangre? Y el pan que partimos, ¿no nos une a Cristo por medio de su cuerpo? El pan es uno, y así nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo, porque todos comemos del mismo pan. (1 Cor 10:16-17)
¿Porqué tenemos esta fiesta? La respuesta tiene algo que ver con la Semana Santa antes de las reformas del Pio XII en los ’50. De hecho, en las celebraciones de Jueves Santo y Viernes Santo y Sábado de Gloria normalmente no había gente. Tuvieron lugar en la mañana y la gente no asistía. Por eso, para que la gente escuchara la Pasión de Cristo, el Domingo de la Pasión fue inventado . . . y también la Fiesta del Cuerpo y Sangre de Cristo. Y como dijo el Segundo Concilio Vaticano, la iglesia quiere promover la “participación plena, consciente y activa en las celebraciones litúrgicas” de parte de los fieles (SC 14). En el primer año en el seminario, me acuerdo de un seminarista, que me habló después de una clase sobre el Tríduo Pascual porque no entendía nada de la clase. Su familia asistía Misa todos los domingos, pero el sabía nada del Triduo Pascual: la Misa de la Ultima Cena, la Pasión del Señor y la Vigila Pascual. Fue la primera vez que mi amigo lo escuchó. Tal vez, gracias a mi amigo y otros como él, tenemos la Solemnidad del Cuerpo y Sangre de Cristo hoy en día.
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Por aquel entonces, Elías partió luego y encontró a Eliseo, hijo de Safat, que estaba arando. Delante de él trabajaban doce yuntas de bueyes y él trabajaba con la última. Elías pasó junto a él y le echó encima su manto. Entonces Eliseo abandonó sus bueyes, corrió detrás de Elías y le dijo: “Déjame dar a mis padres el beso de despedida y te seguiré”. Elías le contestó: “Ve y vuelve, porque bien sabes lo que ha hecho el Señor contigo”. Se fue Eliseo, se llevó los dos bueyes de la yunta, los sacrificó, asó la carne en la hoguera que hizo con la madera del arado y la repartió a su gente para que se la comieran. Luego se levantó, siguió a Elías y se puso a su servicio. (1 Reyes 19:19-21)
Nos gusta pensar que en las historias de los llamados de la Biblia hay mucho efectos especiales, pero no lo hay. El pobre Eliseo está trabajando en el campo. Llega Elías y le echa encima su manto. Entonces Eliseo se despide de sus papás y se va con Elías. ¡Ojalá que todos contestemos el llamado de Dios tan pronto!
San Antonio de Padua fue muy erudito con las Escrituras. Por eso en el arte de la iglesia San Antonio tiene en sus brazos la Palabra Hecha Carne (el Niño Dios).
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Al llegar al monte de Dios, el Horeb, el profeta Elías entró en una cueva y permaneció allí. El Señor le dijo: “Sal de la cueva y quédate en el monte para ver al Señor, porque el Señor va a pasar”. Así lo hizo Elías, y al acercarse el Señor, vino primero un viento huracanado, que partía las montañas y resquebrajaba las rocas; pero el Señor no estaba en el viento. Se produjo después un terremoto; pero el Señor no estaba en el terremoto. Luego vino un fuego; pero el Señor no estaba en el fuego. Después del fuego se escuchó el murmullo de una brisa suave. Al oírlo, Elías se cubrió el rostro con el manto y salió a la entrada de la cueva. (1 Reyes 19:9,11-13)
Este pasaje sobre “el murmullo de una brisa suave” o “un suave murmullo” (como dicen algunas traducciones) es un pasaje clásico de la vida espiritual. Pero hay que recordar que el “suave murmullo” no es un llamado a descansar y aprovechar de la vista desde la montaña, no el contrario. El “suave murmullo” le pregunta a Elías: “¿Qué haces aquí? Por favor, a trabajar—ungir a reyes y a un profeta. ¡Vámanos!”