Estas reflexiones salen de más que 40 años de ministerio como sacerdote católico. Pasé la mayoría de estos años en la Diócesis de Charlotte que está situada en Carolina del Norte occidental de los Estados Unidos. Ahora, estoy jubilado, y vivo en Medellín, Colombia, y sigo sirviendo como sacerdote en la Arquidiócesis de Medellín.
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¿No es verdad que se venden dos pajarillos por una moneda? Sin embargo, ni uno solo de ellos cae por tierra si no lo permite el Padre. En cuanto a ustedes, hasta los cabellos de su cabeza están contados. Por lo tanto, no tengan miedo, porque ustedes valen mucho más que todos los pájaros del mundo. (Mt 11:29-31)
Hace mucho había una cantante negra de los EE.UU. Se llamó Ethel Waters. Su canto más conocido era His Eye is On the Sparrow (Su ojo está en el pajarillo). El canto trata del desánimo y la fe. Cuando los asuntos salen mal, debemos confiar en Dios porque según el canto: ♫Su ojo está en el pajarillo y él me mira a mí♫. Esto es nuestra fe: que Dios nos mira con amor y nos cuida siempre. Nuestro Dios no está lejano. No es un dios impersonal. Al contrario, es nuestro Padre. Nos conoce bien. No tenemos miedo, sino tenemos fe. Porque Dios nos mira con amor y siempre nos cuida.
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Entonces volvió con ellos a Nazaret y siguió sujeto a su autoridad. Su madre conservaba en su corazón todas aquellas cosas. (Lc 2:51)
Las Escrituras hablan del Corazón de María . . . y nos recuerdan del amor entre la Madre y el Hijo . . . dos corazones que laten como uno.
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“Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga, y yo les daré alivio. Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso, porque mi yugo es suave y mi carga ligera”. (Mt 11:28-30)
La Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús nos recuerda de que nuestro Dios tiene corazón humano. El Señor está con nosotros en todos los acontecimientos de la vida, y nos conoce mejor que nosotros mismos.
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Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. (La Liturgia)
Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea el tu nombre, venga a nos el tu reino; hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo. El pan nuestro de cada día dánosle hoy, y perdónanos nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores, y no nos dejes caer en la tentación. Mas líbranos de mal. (La Liturgia Antigua)
Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga tu Reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en tentación y líbranos del mal. (El Leccionario Mexicano)
La oración que Jesús nos enseñó ha sufrido por varias traducciones. Gracias a Dios en la reforma de la liturgia, los obispos de habla hispana cambiaron la traducción del Padre Nuestro. Todos podemos hacer oración del corazón como Jesús nos enseñó.
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Esto fue lo que sucedió cuando el Señor iba a arrebatar a Elías en un remolino hacia el cielo. Ese día Elías y Eliseo habían salido de Guilgal. Al llegar a Jericó, Elías le dijo a Eliseo: “Quédate aquí, porque el Señor me envía al Jordán”. Respondió Eliseo: “Por Dios y por tu vida que no te dejaré ir solo”. Y se fueron los dos juntos. Siguieron caminando y conversando, cuando un carro de fuego, con caballos de fuego, se interpuso entre ellos, y Elías subió al cielo en un remolino. Eliseo lo veía alejarse y le gritaba: “¡Padre mío, padre mío, carro y auriga de Israel!” Y ya no lo volvió a ver. Entonces se rasgó las vestiduras, recogió el manto que se le había caído a Elías, regresó y se detuvo en la orilla del Jordán. (2 Reyes 2:1,11-13)
En el Sur, hacer una entrada o una salida puede ser una obra de arte. Pero la salida de Elías es impresionante. Ver a su maestro subiendo al cielo en un carro de fuego—pues, es algo traumático. Tal vez, es por eso que el trabajo de los dos profetas es como un espejo—el ministerio de Elías se refleja en las obras de Eliseo.