Estas reflexiones salen de más que 40 años de ministerio como sacerdote católico. Pasé la mayoría de estos años en la Diócesis de Charlotte que está situada en Carolina del Norte occidental de los Estados Unidos. Ahora, estoy jubilado, y vivo en Medellín, Colombia, y sigo sirviendo como sacerdote en la Arquidiócesis de Medellín.

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Salió otro ángel del templo celestial, también él con una afilada hoz en su mano. Y salió del templo otro más, el ángel que tiene poder sobre el fuego, y le gritó con potente voz al que tenía la hoz afilada: “Empuña tu hoz afilada y corta los racimos de la viña de la tierra, porque sus uvas ya están maduras”.
El ángel acercó su hoz a la tierra, cosechó la viña de la tierra y echó los racimos en el gran lagar de la cólera de Dios.
(Apoc 14:17-19)
La frase “las uvas de la ira” sale de este pasaje del Libro del Apocalipsis. También de este pasaje sale una de las más famosas canciones de la Guerra Civil de los Estados Unidos, The Battle Hymn of the Republic (El Himno de la Batalla de la República). Y también sale el título de la más famosa novela del escritor John Steinbeck, The Grapes of Wrath (Las Uvas de la Ira) que cuenta la historia de los refugiados que emigraron de Oklahoma a California durante la Gran Depresión y el Cuenco de Polvo. Steinbeck recibió el premio Nobel en 1962. Hoy también es la fiesta de los Primeros Mártires de Corea.

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Yo, Juan, tuve otra visión: Vi al Cordero, en pie sobre el monte Sión y con él, ciento cuarenta y cuatro mil personas, que llevaban grabado en la frente el nombre del Cordero y el nombre de su Padre.
Y oí un ruido que venía del cielo, parecido al estruendo del mar y al estampido de un trueno poderoso; el ruido que oía era como el de un gran coro acompañado de arpas. Cantaban un cántico nuevo ante el trono, ante los cuatro seres vivientes y los ancianos.
(Apoc 14:1-3)
Las Escrituras de hoy hablan de la música de arpas. Estoy pensando en mi querida amiga, Donna Germano. Donna falleció hace dos años. Ella tocaba el arpa y el dulcémele (o el salterio). Cuando yo era párroco de Santa Juana de Arco en Asheville, NC, Donna era la música de la Misa de vigilia todos los sábados. Fue divina. Ya ¡nuestra Donna toca para los ángeles ante el trono! El video es de Donna tocando la canción, Greensleaves.

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Y el rey les dirá: ‘Yo les aseguro que, cuando lo hicieron con el más insignificante de mis hermanos, conmigo lo hicieron’. (Mt 25:40)
En esta fiesta de Cristo Rey, es bueno recordar las palabras de Dorothy Day, la Venerable Sierva de Dios, sobre los pobres: "El misterio de los pobres es que ellos son Jesús, y lo que haces por ellos, se lo haces a Él".

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R. ¡Dichosa tú, Virgen María, porque llevaste en tu seno al Hijo del eterno Padre!
Mi alma glorifica al Señor
y mi espíritu se llena de júbilo en Dios, mi Salvador,
porque puso sus ojos en la humildad de su esclava. R.
R. ¡Dichosa tú, Virgen María, porque llevaste en tu seno al Hijo del eterno Padre!
(Lc 1:46-55)
Glorificar la grandeza del Señor . . . cantar las alabanzas de Dios. No es solo para el cielo . . . podemos cantar ahora. Hoy es la fiesta de la Presentación de la Virgen María. De esta fiesta sale la costumbre de la presentación de niños de tres años al Señor.

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“Está escrito: Mi casa es casa de oración; pero ustedes la han convertido en cueva de ladrones”.
(Lc 19:45-48)
A veces la iglesia no es casa de oración. Tengo un amigo, Patrick. Patrick estaba bebiendo en un bar en el centro de Asheville. Un conocido no cristiano se acercó y le dijo que un amigo acaba de fallecer. Y después le preguntó a Patrick, “¿Tu eres católico?” Patrick le contestó, “Claro que sí.” Entonces el otro le preguntó, “¿Que hay de prender una vela?” Patrick le explicó sobre la costumbre de prender una vela y hacer una oración. El otro le pidió, “¿Podemos prender una vela para nuestro amigo difunto?” Patrick le dijo que sí y le guió a la Basílica de San Lorenzo. Entraron y prendieron una velita y se arrodillaron para rezar. Y una señora de la Basílica se acercó y les dijo, “¡Cincuenta centavos por la vela!” Sí, la iglesia necesitaba los cincuenta centavos por la vela . . . y ellos iban a dar mucho más que los cincuenta centavos, pero se perdió el momento.