Estas reflexiones salen de más que 40 años de ministerio como sacerdote católico. Pasé la mayoría de estos años en la Diócesis de Charlotte que está situada en Carolina del Norte occidental de los Estados Unidos. Ahora, estoy jubilado, y vivo en Medellín, Colombia, y sigo sirviendo como sacerdote en la Arquidiócesis de Medellín.
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Es cierto que aspirar al cargo de obispo es aspirar a una excelente función. Por lo mismo, es preciso que el obispo sea irreprochable, que no se haya casado más que una vez, que sea sensato, prudente, bien educado, digno, hospitalario, hábil para enseñar, no dado al vino ni a la violencia, sino comprensivo, enemigo de pleitos y no ávido de dinero; que sepa gobernar bien su propia casa y educar dignamente a sus hijos. Porque, ¿cómo podrá cuidar de la Iglesia de Dios quien no sabe gobernar su propia casa? (1 Tim 3:1-13)
https://bible.usccb.org/es/bible/lecturas/091923.cfm
Los requisitos para obispos y diáconos suponen que estén casados y tengan familia. Ser capaz de administrar la propia casa lo prepara a uno para cuidar de la iglesia. Tal vez necesitemos recuperar esa idea clave. La foto de hoy es de mi ordenación como diácono en la iglesia de la Abadía de Saint Meinrad en 1977 con el Arzobispo George Biskup de Indianapolis.
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Cuando le dijeron que Jesús estaba en la ciudad, el centurión le envió a algunos de los ancianos de los judíos para rogarle que viniera a curar a su criado. Ellos, al acercarse a Jesús, le rogaban encarecidamente, diciendo: "Merece que le concedas ese favor, pues quiere a nuestro pueblo y hasta nos ha construido una sinagoga". Jesús se puso en marcha con ellos. Cuando ya estaba cerca de la casa, el centurión envió unos amigos a decirle: "Señor, no te molestes, porque yo no soy digno de que tú entres en mi casa”. (Lc 7:1-10)
https://bible.usccb.org/es/bible/lecturas/091823.cfm
La curación del siervo del centurión es una historia fascinante. La traducción al inglés es incorrecta: el sirviente no era “valioso para él”; el sirviente le era muy querido (como dice claramente la traducción al español: “un criado muy querido”. Los centuriones romanos no tenían la costumbre de construir sinagogas judías. Por eso, cuando los ancianos afirman que el centurión es “digno” de tener este favor, Jesús siente curiosidad. De repente el centurión le envía el mensaje: “Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo”. A lo que Jesús responde: "Yo les aseguro que ni en Israel he hallado una fe tan grande". Aunque el centurión nunca se encuentra con Jesús, el siervo es sanado. Y la iglesia en su sabiduría pone las palabras del centurión en nuestros labios antes de recibir la Comunión.
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Hermanas y hermanos: Ninguno de nosotros vive para sí mismo, ni muere para sí mismo. Si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Por lo tanto, ya sea que estemos vivos o que hayamos muerto, somos del Señor. Porque Cristo murió y resucitó para ser Señor de vivos y muertos. (Rom 14:7-9)
https://bible.usccb.org/es/bible/lecturas/091723.cfm
Soy el amo de mi destino:
Soy el capitán de mi alma.
--Invictus, William Ernest Henley, 1875
Pero ninguno de nosotros está en control, ni vive para sí mismo, no importa cuanto pensemos que somos los dueños de nuestro destino o que somos los capitanes de nuestra alma. Como nos recuerda san Pablo, somos del Señor.
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Querido hermano: Puedes fiarte de lo que voy a decirte y aceptarlo sin reservas: que Cristo Jesús vino a este mundo a salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero. (1 Tim 1:15-17)
https://bible.usccb.org/es/bible/lecturas/091623.cfm
Aunque las Cartas a Timoteo no son directamente de San Pablo, están escritas en su nombre. El pasaje de hoy es uno de mis favoritos. Ninguno de nosotros puede ser el mayor pecador del mundo; ese honor ya ha sido reclamado para San Pablo. Eso libera al resto de nosotros. Cipriano y Cornelio creían en la misericordia de Dios, por lo que enfrentaron muchos desafíos en sus ministerios en Cartago y Roma; comparten juntos la corona del mártir.
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En aquel tiempo, junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María la de Cleofás, y María Magdalena.
Al ver a su madre y junto a ella al discípulo que tanto quería, Jesús dijo a su madre: “Mujer, ahí está tu hijo”. Luego dijo al discípulo: “Ahí está tu madre”. Y desde entonces el discípulo se la llevó a vivir con él. (Jn 19:25-27)
https://bible.usccb.org/es/bible/lecturas/091523.cfm
La Octava de la Fiesta del Nacimiento de María es esta fiesta de la Madre Dolorosa que está vinculada a la fiesta de ayer de la Santa Cruz. La iglesia siempre ha visto al Discípulo Amado como representante de todos nosotros, los amados discípulos del Señor.
La Madre piadosa estaba
junto a la cruz, y lloraba
mientras el Hijo pendía . . . (de la secuencia, Stabat Mater)