Estas reflexiones salen de más que 40 años de ministerio como sacerdote católico. Pasé la mayoría de estos años en la Diócesis de Charlotte que está situada en Carolina del Norte occidental de los Estados Unidos. Ahora, estoy jubilado, y vivo en Medellín, Colombia, y sigo sirviendo como sacerdote en la Arquidiócesis de Medellín.
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De pronto se levantó en el mar una tempestad tan fuerte, que las olas cubrían la barca; pero él estaba dormido. Los discípulos lo despertaron, diciéndole: “Señor, ¡sálvanos, que perecemos!” Él les respondió: “¿Por qué tienen miedo, hombres de poca fe?” (Mt 8:23-27)
https://bible.usccb.org/es/bible/lecturas/070423.cfm
Jesús no nos llama a vivir con miedo, todo lo contrario. Vivimos por fe en aquel que nos llama por nombre y camina con nosotros.
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Ocho días después, estaban reunidos los discípulos a puerta cerrada y Tomás estaba con ellos. Jesús se presentó de nuevo en medio de ellos y les dijo: "La paz esté con ustedes". Luego le dijo a Tomás: "Aquí están mis manos; acerca tu dedo. Trae acá tu mano; métela en mi costado y no sigas dudando, sino cree". Tomás le respondió: "¡Señor mío y Dios mío!"
https://bible.usccb.org/es/bible/lecturas/070323.cfm
A pesar de predicadores que afirman lo contrario, el Cuarto Evangelio nunca dice que Tomás tocó al Señor Resucitado. En cambio, Tomás nos da la más alta confesión de Jesús en todo el Nuevo Testamento: “¡Señor mío y Dios mío!” Y gana una bendición para todos nosotros: “Dichosos los que creen sin haber visto”.
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En efecto, por el bautismo fuimos sepultados con él en su muerte, para que, así como Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros llevemos una vida nueva. Por lo tanto, si hemos muerto con Cristo, estamos seguros de que también viviremos con él. (Rom 6:3-4, 8-11)
https://bible.usccb.org/es/bible/lecturas/070223.cfm
El bautismo es el primer paso de nuestro camino con Cristo que nos llama por nuestro nombre y nos sumerge en el misterio de su muerte y resurrección. Como nos recuerda la Primera Carta de Pedro, somos “linaje escogido, sacerdocio real, nación consagrada”, llamados a cantar las alabanzas de Aquel que nos ha llamado de las tinieblas a la luz admirable de Dios.
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Entonces el Señor le dijo a Abraham: "¿Por qué se ha reído Sara y ha dicho: '¿Será cierto que voy a dar a luz, siendo ya tan vieja?' ¿Acaso hay algo difícil para Dios? El año que viene, en el plazo señalado, volveré a visitarte, y Sara tendrá un hijo". Sara dijo entonces, asustada: "No me estaba riendo". Pero el Señor replicó: "No lo niegues; sí te estabas riendo". (Gén 18:1-15)
https://bible.usccb.org/es/bible/lecturas/070123.cfm
“¿Acaso hay algo difícil para Dios?” La risa de Sarah se convertirá en el legado perdurable del niño: se queda con el nombre "Isaac", que significa “él se ríe". Quizás la Biblia tiene sentido del humor. Como cantará la Virgen María en su himno de alabanza, “Grandes cosas ha hecho por mí el Todopoderoso, Santo es su Nombre”.
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Estamos muy agradecidos por nuestro viaje a Europa del Este: Alemania, República Checa, Hungría, Eslovaquia, Austria y Polonia. En medio de las hermosas iglesias y la arquitectura, los efectos duraderos de la agresión humana y la guerra aún se pueden ver y, lamentablemente, continúan ocurriendo en Ucrania. Nuestra visita a Auschwitz-Birkenau (donde más de un millón de personas fueron ejecutadas sistemáticamente) fue la parte más profunda e inquietante de este viaje. Pero la gente maravillosa que conocimos y nuestras visitas a los santuarios del Niño Dios de Praga y de Nuestra Señora de Częstochowa nos recordaron que Dios es más grande que lo peor que podemos hacer los humanos y que todos tenemos el deber de cuidarnos los unos a los otros, especialmente a los más vulnerables. En todas partes vimos signos de esperanza para la humanidad: en el memorial del Holocausto en Varsovia, junto a la bandera polaca, estaban las banderas de Ucrania y del Arcoíris.