Estas reflexiones salen de más que 40 años de ministerio como sacerdote católico. Pasé la mayoría de estos años en la Diócesis de Charlotte que está situada en Carolina del Norte occidental de los Estados Unidos. Ahora, estoy jubilado, y vivo en Medellín, Colombia, y sigo sirviendo como sacerdote en la Arquidiócesis de Medellín.

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Queridos hijos: Si Dios nos ha amado tanto, también nosotros debemos amarnos los unos a los otros . . . Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él.
(1 Jn 4:11-18)
Al verlo andar sobre el agua, ellos creyeron que era un fantasma y se pusieron a gritar, porque todos lo habían visto y estaban espantados. Pero él les habló enseguida y les dijo: “¡Ánimo! Soy yo; no teman”.
(Mc 6:44-54)
La Primera Carta de San Juan repite una y otra vez, “Debemos amarnos los unos a los otros.” Y lo hace con razón, porque a veces nos olvidamos de que decir que “Dios nos ama” significa nada si nosotros no amamos a los demás. Y a discípulos aterrorizados en todas las épocas, el Señor nos recuerda, “¡Ánimo! Soy yo; no teman”.

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Queridos hijos: Amémonos los unos a los otros, porque el amor viene de Dios . . . El amor consiste en esto: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó primero y nos envió a su Hijo.
(1 Jn 4:7-10)
En aquel tiempo, al desembarcar Jesús, vio una numerosa multitud que lo estaba esperando, y se compadeció de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas . . . .
Comieron todos hasta saciarse, y con las sobras de pan y de pescado que recogieron llenaron doce canastos. Los que comieron fueron cinco mil hombres.
(Mc 6:34-44)
El tema de la “manifestación” sigue en la historia de la Alimentación de los 5,000 en el evangelio de San Marco que revela el afecto del Señor, “se compadeció de ellos.” La Primera Carta de San Juan habla mucho del Amor, y entonces se revela que el Amor consiste no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Dios nos amó primero y nos envió a su Hijo”. Hoy es la fiesta del inmigrante, San Juan Neumann, obispo de Filadelfia.

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Desde entonces comenzó Jesús a predicar, diciendo: “Conviértanse, porque ya está cerca el Reino de los cielos”. Y andaba por toda Galilea, enseñando en las sinagogas y proclamando la buena nueva del Reino de Dios y curando a la gente de toda enfermedad y dolencia.
(Mt 4:12-17,23-25)
Esta semana seguimos con el tema de la Epifanía, la manifestación de Jesús en varios pasajes de los evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas). Hoy es el inicio del ministerio público en San Mateo: la proclamación del Reino y el ministerio a los enfermos. En los Estados Unidos hoy es la fiesta de Santa Isabel Ana Seton. Hace muchos años mi mamá querida y yo visitamos el Santuario de Santa Isabel en Maryland. Yo celebré Misa en el altar de la tumba que sale en la foto.

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Jesús nació en Belén de Judá, en tiempos del rey Herodes. Unos magos de oriente llegaron entonces a Jerusalén y preguntaron: “¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos surgir su estrella y hemos venido a adorarlo” . . . . Entraron en la casa y vieron al niño con María, su madre, y postrándose, lo adoraron. Después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra.
(Mt 2:1-12)
La cuestión de la Epifanía: ¿qué regalo le traemos?

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R. Cantemos la grandeza del Señor.
Cantemos al Señor un canto nuevo,
pues ha hecho maravillas.
Su diestra y su santo brazo
le han dado la victoria.
Que todos los pueblos y naciones
aclamen con júbilo al Señor.
R. Cantemos la grandeza del Señor.
(Salmo 97)
Lo que estamos celebrando es la revelación a los pobre pastorcitos y a nosotros. “Aclamen con júbilo al Señor” es reflejado en la música de este tiempo de Navidad. Qué nuestro corazón quede lleno con júbilo para “cantar al Señor un canto nuevo”.