Estas reflexiones salen de más que 40 años de ministerio como sacerdote católico. Pasé la mayoría de estos años en la Diócesis de Charlotte que está situada en Carolina del Norte occidental de los Estados Unidos. Ahora, estoy jubilado, y vivo en Medellín, Colombia, y sigo sirviendo como sacerdote en la Arquidiócesis de Medellín.
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En aquel tiempo, fueron a ver a Jesús su madre y sus parientes, pero no podían llegar hasta donde él estaba porque había mucha gente. Entonces alguien le fue a decir: “Tu madre y tus hermanos están allá afuera y quieren verte”. Pero él respondió: “Mi madre y mis hermanos son aquellos que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica”.
(Lc 8:19-21)
La historia de Jesús con su familia de San Lucas es menos fuerte de la de San Marcos. En San Marcos, la familia piensa que Jesús está loco. Pues, la familia es la familia. Todos queremos la familia perfecta de Kodak. Pero esa familia no existe. Las Buenas Noticias es que Dios no tiene ese problema. Todos nosotros podemos ser miembros de la nueva familia de gracia—no por nacimiento, sino por la elección de Dios.
Hoy es el día de mi santo, San Mauricio y Compañeros.
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Los fariseos preguntaron a los discípulos: “¿Por qué su Maestro come con publicanos y pecadores?” Jesús los oyó y les dijo: “No son los sanos los que necesitan de médico, sino los enfermos. Vayan, pues, y aprendan lo que significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios. Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores”.
(Mt 9:11-13)
El comer y beber con pecadores es el centro del ministerio de la mesa de Jesús. De hecho, es uno de los más antiguos recuerdos de la Eucaristía. Y una época como la nuestra, cuando hay gente que quieren patrullar la Mesa del Señor, sería bueno recordar de que todos estamos invitados “a la cena del Señor”.
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Busquen al Señor mientras lo pueden encontrar,
invóquenlo mientras está cerca.
(Is 55:6)
El profeta nos invita a buscar al Señor. Y el salmista nos recuerda: El Señor está cerca de los que lo invocan (Salmo 144). No importa si pensamos que Dios está lejos de nosotros, la verdad es que Dios siempre está cerca. De hecho, Jesús nos recuerda de que nadie nos puede arrebatar de la mano del Padre (Jn 10:29).
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Y del mismo modo que fuimos semejantes al hombre terreno, seremos también semejantes al hombre celestial.
(1 Cor 15:49)
Que “seremos también semejantes al hombre celestial” no está enfatizado suficiente—y eso es entendible. Siempre tenemos que luchar contra nuestra naturaleza caída. Pero, la lucha no es de nosotros, sino es la gracia de Dios obrando en y por medio de nosotros. Seguimos luchando, pero como San Pablo nos dice: ¡Pero gracias a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo! (1 Con 15:57) Y como Santa Teresa de Lisieux dice: ¡Todo es gracia!
La foto de hoy es de Santa Teresita.
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En aquel tiempo, Jesús comenzó a recorrer ciudades y poblados predicando la buena nueva del Reino de Dios. Lo acompañaban los Doce y algunas mujeres que habían sido libradas de espíritus malignos y curadas de varias enfermedades. Entre ellas iban María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa, el administrador de Herodes; Susana y otras muchas, que los ayudaban con sus propios bienes. (Lc 8:1-3)
Muchas veces en los otros evangelios, las discípulas de Jesús no existen. Pero el Evangelio según San Lucas es diferente. Hoy el evangelio de San Lucas menciona María Magdalena (la primera de las discípulas, igual a Pedro que fue el primero entre los hombres), y después Juana y Susana y “otras muchas”. Las mujeres entre los discípulos son importantes en el ministerio de Jesús. Primero, ellas tenían dinero y “los ayudaban con sus propios bienes”. Y también las mujeres lo acompañaban a "recorrer ciudades y poblados", no estaban dejadas atrás, sino seguían a Jesús. Y el evangelio según San Lucas habla de otras dos mujeres discípulas: las hermanas, María y Martha (Lc 1:38-42). Tal vez, el testimonio de los evangelios habla más sobre las mujeres en el ministerio de Jesús que la iglesia tiene en su doctrina.