Estas reflexiones salen de más que 40 años de ministerio como sacerdote católico. Pasé la mayoría de estos años en la Diócesis de Charlotte que está situada en Carolina del Norte occidental de los Estados Unidos. Ahora, estoy jubilado, y vivo en Medellín, Colombia, y sigo sirviendo como sacerdote en la Arquidiócesis de Medellín.
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Por eso, lo que menos me preocupa es que me juzguen ustedes o un tribunal humano; pues ni siquiera yo me juzgo a mí mismo. Es cierto que mi conciencia no me reprocha nada, pero no por eso he sido declarado inocente. El Señor es quien habrá de juzgarme. (1 Cor 4:1-5)
https://bible.usccb.org/es/bible/lecturas/090624.cfm
Hace mucho tiempo, en una parroquia muy, muy lejana, fundé un ministerio contra el SIDA. Algún tiempo después fui atacado por un grupo de «feligreses consternados». Así que un domingo hablé de eso en una homilía y así concluí «Como pastor y sacerdote, no daré la espalda a quienes viven con el VIH/SIDA. Como pastor y sacerdote, no daré la espalda a nuestros hermanos y hermanas gayy a sus familias. Un día tendré que presentarme ante el Señor y rendir cuentas de mi ministerio sacerdotal. Él es quien me juzgará, no ustedes. ¿Y cuál es la medida que usará? . . Lo que hiciste con uno de estos más pequeños, conmigo lo hiciste».
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Así pues, que nadie se gloríe de pertenecer a ningún hombre, ya que todo les pertenece a ustedes: Pablo, Apolo y Pedro, el mundo, la vida y la muerte, lo presente y lo futuro: todo es de ustedes; ustedes son de Cristo, y Cristo es de Dios. (1 Cor 3:18-23)
https://bible.usccb.org/es/bible/lecturas/090524.cfm
La política de la división, ya sea en la sociedad civil o en la Iglesia, siempre busca dividir, distraer y disminuir. Pablo invita a la comunidad de Corinto a no centrarse en personalidades, como Pablo, Apolos o Cefas (Pedro), sino a elevar nuestros corazones y nuestras mentes a Cristo y a Dios.
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En realidad, ¿quién es Apolo y quién es Pablo? Solamente somos servidores, por medio de los cuales ustedes llegaron a la fe, y cada uno de nosotros hizo lo que el Señor le encomendó. Yo planté, Apolo regó, pero fue Dios quien hizo crecer. De modo que ni el que planta ni el que riega tienen importancia, sino sólo Dios, que es quien hace crecer. El que planta y el que riega trabajan para lo mismo, si bien cada uno recibirá el salario conforme a su propio trabajo. Así pues, nosotros somos colaboradores de Dios y ustedes son el campo de Dios, la casa que Dios edifica. (1 Cor 3:1-9)
https://bible.usccb.org/es/bible/lecturas/090424.cfm
Plantar y regar son hermosas descripciones del ministerio en la iglesia. Todos nos basamos en el trabajo de quienes nos precedieron. Pero como nos recuerda Pablo, es “sólo Dios que es quien hace crecer”.
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Pues el hombre natural no capta lo que es propio del Espíritu de Dios, le parece una necedad; no es capaz de percibirlo, porque solo se puede juzgar con el criterio del Espíritu. En cambio, el hombre espiritual lo juzga todo, mientras que él no está sujeto al juicio de nadie.
«¿Quién ha conocido la mente del Señor para poder instruirlo?». Pues bien, nosotros tenemos la mente de Cristo. (1 Cor 2:10b-16)
https://web-ordo-colombiano.cec.org.co/lectura-dia
Decir “tenemos la mente de Cristo” no es una jactancia. Es simplemente lo que significa estar en Cristo. Nuestro bautismo nos llama a vestirnos de la mente y el corazón de Cristo. San Gregorio (540-604) no quería que lo llamaran “magno”. Gregorio sólo quería ser conocido como el “Siervo de los Siervos de Dios”.
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Cuando llegué a la ciudad de ustedes para anunciarles el Evangelio, no busqué hacerlo mediante la elocuencia del lenguaje o la sabiduría humana, sino que resolví no hablarles sino de Jesucristo, más aún, de Jesucristo crucificado. Me presenté ante ustedes débil y temblando de miedo. Cuando les hablé y les prediqué el Evangelio, no quise convencerlos con palabras de hombre sabio; al contrario, los convencí por medio del Espíritu y del poder de Dios, a fin de que la fe de ustedes dependiera del poder de Dios y no de la sabiduría de los hombres. (1 Cor 2:1-5)
https://bible.usccb.org/es/bible/lecturas/090224.cfm
Nos gusta pensar que San Pablo fue un gran predicador, y lo fue. Pero según sus propias palabras, no fue un gran orador. Sin embargo, cuando Pablo hablaba, la gente escuchaba y prestaba atención, ¡incluso el viejo San Pedro!