Estas reflexiones salen de más que 40 años de ministerio como sacerdote católico. Pasé la mayoría de estos años en la Diócesis de Charlotte que está situada en Carolina del Norte occidental de los Estados Unidos. Ahora, estoy jubilado, y vivo en Medellín, Colombia, y sigo sirviendo como sacerdote en la Arquidiócesis de Medellín.
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En el centro, alrededor del trono, había cuatro seres vivientes, llenos de ojos por delante y por detrás. El primer ser viviente se parecía a un león; el segundo, a un toro; el tercero tenía cara de hombre, y el cuarto parecía un águila en vuelo. Y no se cansaban de repetir día y noche: “Santo, santo, santo es el Señor, Dios todopoderoso, el que era, el que es y el que ha de venir”.
Los veinticuatro ancianos se postraban delante del que está sentado en el trono, adoraban al que vive por los siglos de los siglos, y depositaban sus coronas ante el trono, diciendo:
“Señor y Dios nuestro,
tú mereces recibir la gloria, el honor y el poder,
porque tú has creado todas las cosas:
tú has querido que ellas existieran y fueron creadas”.
(Apoc 4:1-11)
La visión de los cuatro seres vivientes es muy conocida. Los símbolos de los cuatro evangelios salen de este pasaje: Mateo, el hombre; Marcos, el león; Lucas, el toro; Juan, el águila. El ambiente litúrgico nos ayuda a entender la frecuencia de himnos en este libro. La Liturgia de San Juan Crisóstomo nos recuerda: “Nosotros que representamos místicamente a los querubines y cantamos el himno tres veces santo a la vivificante Trinidad, desprendámonos en este momento de todas las preocupaciones de este mundo. Para recibir al Rey de todas las cosas, invisiblemente escoltado por los ejércitos angélicos, Aleluya, Aleluya, Aleluya”. La foto de hoy es la Basílica de San Pablo Extra Muros en Roma.
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‘Conozco tus obras: no eres ni frío ni caliente. Ojalá fueras frío o caliente. Pero porque eres tibio y no eres ni frío ni caliente, estoy a punto de vomitarte de mi boca. Dices que eres rico, que has acumulado riquezas y que ya no tienes necesidad de nada, pero no sabes que eres un desdichado, miserable, pobre, ciego y desnudo.
Mira que estoy aquí, tocando la puerta.
(Apoc 3:1-6,14-22)
A todos nos gusta la imagen del Señor tocando la puerta . . . y normalmente ignoramos los otros versículos: “estoy a punto de vomitarte de mi boca” y “eres un desdichado, miserable, pobre, ciego y desnudo”. Por supuesto, no nos vemos a nosotros como el Señor nos ve. Vivimos con muchas ilusiones y delirios de grandeza, y algunos están enamorados de ellos. Hoy es la fiesta de Santa Isabel de Hungría que no tenía miedo de verse a si misma en el espejo y pasar su vida ayudando a los pobres.
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Feliz el que lee, y felices los que escuchan las palabras de esta profecía y tienen en cuenta lo que está escrito en ella, porque el tiempo está cerca.
(Apoc 1:3)
Este versículo es la clave para entender el misterioso libro del Apocalipsis. “Feliz el que lee, y felices los que escuchan” describe un ambiente litúrgico y el escritor dice que fue el “Día del Señor” (Apoc 1:10). Y tal vez todo el libro está ambientado en la liturgia. La liturgia puede ayudarnos a entender el mensaje del Apocalipsis, un mensaje para los primeros cristianos sufriendo persecución, y también el mensaje para cristianos engordados dos mil años después, quienes han “dejado enfriar el amor que tenían al comienzo” (Apoc 2:4). Estas dos últimas semanas de Tiempo Ordinario van a ser interesantes.
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‘Te felicito, siervo bueno y fiel. Entra a tomar parte en la alegría de tu señor’.
(Mt 25:23)
En la Parábola de los Talentos es muy importante recordar que un talento en la Biblia es DINERO, no habilidad. Y no poco dinero . . . pero mucho, como un millón de dólares. Entonces, ningún amo entrega un millón, o do millones, o cinco millones a los esclavos . . . eso no se pasa. Nadie en este mundo entregaría tanto dinero a los siervos . . . pero, quizá, sólo quizá Dios lo haría.
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En aquel tiempo, para enseñar a sus discípulos la necesidad de orar siempre y sin desfallecer, Jesús les propuso esta parábola:
“En cierta ciudad había un juez que no temía a Dios ni respetaba a los hombres. Vivía en aquella misma ciudad una viuda que acudía a él con frecuencia para decirle: ‘Hazme justicia contra mi adversario’.
Por mucho tiempo, el juez no le hizo caso, pero después se dijo: ‘Aunque no temo a Dios ni respeto a los hombres, sin embargo, por la insistencia de esta viuda, voy a hacerle justicia para que no me siga molestando’”.
(Lc 18:1-5)
¿Qué está pasando en esta parábola? La figura del juez injusto que tiene miedo de una viuda ya es símbolo de Dios? ¡Qué interesante parábola!