Estas reflexiones salen de más que 40 años de ministerio como sacerdote católico. Pasé la mayoría de estos años en la Diócesis de Charlotte que está situada en Carolina del Norte occidental de los Estados Unidos. Ahora, estoy jubilado, y vivo en Medellín, Colombia, y sigo sirviendo como sacerdote en la Arquidiócesis de Medellín.
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¿No saben acaso ustedes que son el templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes?
(1 Cor 3:16)
La liturgia nos invita a celebrar el cumpleaños de templos. Hoy es el aniversario de la dedicación de la Basílica de Letrán que es la catedral de la ciudad de Roma. En la entrada de la basílica está grabado este letrero: “Omnium Urbis et Orbis Ecclesiarum Mater et Caput” (Madre y Cabeza de todas las iglesias de la ciudad [de Roma] y del Mundo). Pero San Pablo nos recuerda que Dios no habita un templo hecho por mano, Dios habita en nosotros.
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Hermanas y hermanos: No queremos que ignoren lo que pasa con los difuntos, para que no vivan tristes, como los que no tienen esperanza. Pues, si creemos que Jesús murió y resucitó, de igual manera debemos creer que, a los que mueren en Jesús, Dios los llevará con él.
(1 Tes 4:13-14)
Todavía estamos dentro del Octavo de los Fieles Difuntos (2-9 de noviembre), y los llevamos con nosotros durante todo el mes de noviembre. Este domingo San Pablo nos recuerda de la enseñanza sobre los que se han dormido en el Señor. Nosotros los cristianos llamamos el lugar en donde enteramos nuestros seres queridos difuntos un “cementerio”, una palabra de griego que significa “dormitorio”, literalmente lugar para dormir, porque los cuerpos dormían hasta el día de la resurrección. La foto es del cemeterio Magnolia en mi pueblo, Mobile, Alabama.
Despiértate, tú que duermes,
levántate de entre los muertos,
y te alumbrará Cristo.
(Efe 5:14)
Johann Sebastian Bach citó la Parábola de las Diez Vírgenes (Mateo 25:1-13) para la cantata, Wachet Auf (Despertad, nos llama la voz), también conocida como Sleepers, Awake (ca. 1731).
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Ustedes saben, filipenses, que al comenzar a predicar el Evangelio, cuando salí de Macedonia, ninguna comunidad cristiana, fuera de ustedes, me brindó una ayuda económica a cambio de lo que habían recibido de mí . . . . Tengo de sobra con lo que Epafrodito me entregó de parte de ustedes, y que es para Dios ofrenda y sacrificio que él acepta con agrado. Y mi Dios, con su infinita riqueza, remediará con esplendidez todas sus necesidades, por medio de Cristo Jesús.
(Flp 4:15,18-19)
¡Qué importante esta pequeña comunidad de Filipos para el ministerio de San Pablo. Y San Pablo es muy agradecido por el dinero que la comunidad le regaló. Y nosotros somos muy agradecidos que la mamá de San Pablo le enseñó sus modales—porque ahora tenemos esta antigua carta de agradecimiento en nuestra Biblia. La foto de hoy es un papiro antiguo de la Carta a los Filipenses.
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Hermanos míos, a quienes tanto quiero y extraño: ustedes, hermanos míos amadísimos, que son mi alegría y mi corona, manténganse fieles al Señor.
(Flp 4:1)
San Pablo habla efusivamente de la comunidad de Filipos. Pero “hermanos míos amadísimos” y “mi alegría y mi corona” dicen todo. “Mantenernos fieles al Señor” es nuestra esperanza. La foto de hoy es el Bautisterio de la Basílica Octagonal en Filipos.
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En aquel tiempo, se acercaban a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharlo; por lo cual los fariseos y los escribas murmuraban entre sí: “Este recibe a los pecadores y come con ellos”.
(Lc 15:1-2)
A veces no recordamos de que los fariseos y los escribas son buenos creyentes de la iglesia. Pero, por supuesto, los buenos de la iglesia son los primeros en quejarse cuando los pecadores lleguen a la mesa. “Este recibe a los pecadores y come con ellos” es uno de los más antiguos recuerdos que la iglesia tiene de la Eucaristía.