Estas reflexiones salen de más que 40 años de ministerio como sacerdote católico. Pasé la mayoría de estos años en la Diócesis de Charlotte que está situada en Carolina del Norte occidental de los Estados Unidos. Ahora, estoy jubilado, y vivo en Medellín, Colombia, y sigo sirviendo como sacerdote en la Arquidiócesis de Medellín.
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Él fue quien concedió a unos ser apóstoles; a otros, ser profetas; a otros, ser evangelizadores; a otros, ser pastores y maestros. Y esto, para capacitar a los fieles, a fin de que, desempeñando debidamente su tarea, construyan el cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a estar unidos en la fe y en el conocimiento del Hijo de Dios, y lleguemos a ser hombres perfectos, que alcancemos en todas sus dimensiones la plenitud de Cristo.
Así, ya no seremos como niños . . . .
(Efe 4:11-14)
Hemos de crecer en Cristo, para ser capacitados para el ministerio, para construir el Cuerpo de Cristo. Pero no lo podemos hacer si los pastores y maestros de la iglesia traten de mantenernos niños.
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Sean comprensivos y sopórtense mutuamente con amor; esfuércense en mantenerse unidos en el espíritu con el vínculo de la paz.
Porque no hay más que un solo cuerpo y un solo Espíritu, como también una sola es la esperanza del llamamiento que ustedes han recibido. Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que reina sobre todos, actúa a través de todos y vive en todos.
(Efe 4:2-6)
La falta de cortesía en el campo político está reflejada en el campo de la iglesia. Por eso, las Escrituras nos recuerdan de lo importante: Sean comprensivos y sopórtense mutuamente con amor. Porque nuestra fe es más grande que la nacionalidad, el patriotismo, o el partidismo, como la Carta a los Efesios nos recuerda: Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo.
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R. Aleluya, aleluya.
Todo lo considero una pérdida y lo tengo por basura,
para ganar a Cristo y vivir unido a él.
R. Aleluya. (Flp 3:8-9)
A él, que, con su poder que actúa eficazmente en nosotros, puede hacer infinitamente más de lo que le pedimos o entendemos, le sea dada la gloria en la Iglesia y en Cristo Jesús, por todas las edades y por todos los siglos. Amén. (Efe 3:20-21)
Dios siempre está actuando eficazmente en nosotros para cumplir su divina voluntad. Recuerdo bien cuando recibí a mi mamá querida en la iglesia católica en diciembre 1988, y en enero 1989, hicimos una peregrinación a Roma y Asís, nosotros dos. Ella tenía encuentro con Juan Pablo II dos veces: primero en la audiencia en el Vaticano; y una semana después en la Basílica de San Pablo extra muros, en la fiesta de la Conversión de San Pablo.
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Por el Evangelio, también los paganos son coherederos de la misma herencia, miembros del mismo cuerpo y partícipes de la misma promesa en Jesucristo. (Efe 3:6)
R/. Sacarán agua con alegría de las fuentes de la salvación. (Is 12:3)
Sacar agua con alegría de las fuentes de la salvación—pues Dios nos ha llamado todos, judíos y también Gentiles (los paganos). Todos somos invitados a beber libremente de la salvación en Cristo Jesús. Tal vez, los que quieren una iglesia “más pequeña y más pura” van a ser decepcionados. Pues, la cuestión de los Gentiles (los paganos) fue tan importante en la iglesia primitiva que casi destruyó la iglesia misma. Cuando la Biblia habla de la cuestión de los Gentiles (los paganos) y de la circuncisión y de las reglas de la comida, a veces estamos perdidos. Pero la cuestión de la misa tridentina divide la iglesia de hoy, una división fuerte y fea, entre "los salvados" y "los condenados". De veras, hay gente que quiere regresar a la iglesia del pasado y vivir en el pasado pensando que las prescripciones y rúbricas del pasado van a salvarlos de este moderno mundo tan aterrador. Pero el vivir en el pasado es una ficción, no es real. No existe ninguna máquina del tiempo que puede trasladarnos al pasado perfecto. Somos llamados a ser discípulos misioneros de hoy, en este mundo divido e infectado. Y la cuestión sigue en juego, ¿”qué haremos con los Gentiles”? Tal vez, la caridad nos invita a aceptar a los Gentiles (los paganos) como “coherederos de la misma herencia, miembros del mismo cuerpo y partícipes de la misma promesa en Jesucristo”. No somos invitados a las aguas de Mara, las aguas amargas (Ex 15:22-27). Somos invitados a sacar “agua con alegría de la fuente de la salvación“ que es Cristo Jesús.
La foto de hoy es del bautisterio de la Catedral de Cuernavaca, Morelos, México.
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Ya no son ustedes extranjeros ni advenedizos; son conciudadanos de los santos y pertenecen a la familia de Dios, porque han sido edificados sobre el cimiento de los apóstoles y de los profetas, siendo Cristo Jesús la piedra angular.
Sobre Cristo, todo el edificio se va levantando bien estructurado, para formar el templo santo del Señor, y unidos a él también ustedes se van incorporando al edificio, por medio del Espíritu Santo, para ser morada de Dios.
(Efe 2:19-22)
¡Qué imagen de nuestra dignidad! Pertenecemos a la familia de Dios.