Estas reflexiones salen de más que 40 años de ministerio como sacerdote católico. Pasé la mayoría de estos años en la Diócesis de Charlotte que está situada en Carolina del Norte occidental de los Estados Unidos. Ahora, estoy jubilado, y vivo en Medellín, Colombia, y sigo sirviendo como sacerdote en la Arquidiócesis de Medellín.
- :
R. Alabemos al Señor que sana los corazones quebrantados.
El Señor sana los corazones quebrantados,
y venda las heridas.
El puede contar el número de estrellas
y llama a cada una por su nombre.
R. Alabemos al Señor que sana los corazones quebrantados.
(Salmo 146)
A veces, como Job, necesitamos cantar el Blues: “Jamás estaré contento”. Pero la liturgia nos recuerda amablemente que Dios no nos ha abandonado. Podemos alabar al Señor porque Dios sana los corazones quebrantados. Aunque Dios llama a las estrellas por su nombre, Dios todavía se acuerda de nosotros.
- :
Que el Dios de la paz, el que, mediante la sangre de una alianza eterna, resucitó de entre los muertos al pastor eterno de las ovejas, Jesucristo, nuestro Señor, los enriquezca a ustedes con toda clase de dones para cumplir su voluntad y haga en ustedes todo lo que es de su agrado, por medio de Jesucristo, a quien sea dada la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
(Heb 13:15-17,20-21)
Hoy, la conclusión de la Carta a los Hebreos es esta hermosa bendición. Cuando estaba en la escuela de idiomas en Cuernavaca, México, visitamos la Catedral (construida a principios del siglo XVI). Me sorprendieron los murales antiguos (la foto de hoy) que cuentan la historia de San Pablo Miki y los primeros mártires de Japón. El primer santo mexicano, San Felipe de Jesús, fue uno de los compañeros mártires.
- :
Hermanas y hermanos: Conserven entre ustedes el amor fraterno y no se olviden de practicar la hospitalidad, ya que por ella, algunos han hospedado ángeles sin saberlo.
Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre.
(Heb 13:1-8)
Al llegar a la conclusión de la Carta a los Hebreos, se nos recuerdan algunas verdades básicas: la importancia de la hospitalidad y el centro inmutable de nuestra fe, Jesucristo. Santa Águeda es otra de las vírgenes mártires de la iglesia primitiva. Santa Águeda es la patrona del cáncer de mama.
- :
Hermanas y hermanos: Cuando ustedes se acercaron a Dios, no encontraron ni fuego ardiente, ni oscuridad, ni tinieblas.
Ustedes, en cambio, se han acercado a Sión, el monte y la ciudad del Dios viviente, a la Jerusalén celestial, a la reunión festiva de miles y miles de ángeles, a la asamblea de los primogénitos, cuyos nombres están escritos en el cielo.
(Heb 12:18-19,21-24)
Nuestra fe no es de “temor y temblor” sino de libertad, amor y alegría. Pero, por supuesto, asustar a la gente es algo común en la religión de “sorpresa y conmoción”. Quizás nuestra fe nos llama a confiar radicalmente en el amor incondicional de Dios por nosotros.
- :
“¿Dónde aprendió este hombre tantas cosas? ¿De dónde le viene esa sabiduría y ese poder para hacer milagros? ¿Qué no es éste el carpintero, el hijo de María, el hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿No viven aquí, entre nosotros, sus hermanas?” Y estaban desconcertados.
(Mc 6:1-6)
La cuestión de la familia de Jesús plantea muchas dudas para los cristianos de hoy. . . ¿De dónde vienen todos estos hermanos y hermanas? Es un verdadero enigma para los sacerdotes y los catequistas. Bueno, la familia de Jesús también planteó muchas dudas a la iglesia primitiva, pero por una razón diferente. Para la iglesia primitiva, la cuestión era quién llegaba a pertenecer a la familia de Jesús: ¿pueden pertenecer los gentiles? Obviamente, para el escritor del evangelio que llamamos Marcos, la familia de origen de Jesús era bien conocida por la gente del pueblo y no estaban impresionados ("¿Quién se cree que es?"}. Quizás para nosotros, con un mundo y una iglesia tan divididos, es posible que debamos centrarnos un poco más en el carpintero, el hijo de María, que elige convertirnos en sus hermanos y hermanas.