Estas reflexiones salen de más que 40 años de ministerio como sacerdote católico. Pasé la mayoría de estos años en la Diócesis de Charlotte que está situada en Carolina del Norte occidental de los Estados Unidos. Ahora, estoy jubilado, y vivo en Medellín, Colombia, y sigo sirviendo como sacerdote en la Arquidiócesis de Medellín.
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Pero yo tendré presente la alianza que hice contigo cuando eras joven y haré contigo una alianza eterna. (Ezekiel 16:60)
Que Dios nunca se olvida es la fundación de fe. Confiamos que aunque nosotros sí podamos olvidar, Dios nunca se olvida de nosotros.
San Maximiliano María Kolbe dio su vida para salvar la vida de otro prisionero en al campo de concentración de los nazis. Su sacrificio nos recuerda que Dios nunca se olvida de un acto de bondad.
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En aquel tiempo, Pedro se acercó a Jesús y le preguntó: “Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?” Jesús le contestó: “No sólo hasta siete, sino hasta setenta veces siete”. (Mt 18:21-22)
Para gente tan coda como nosotros, San Pedro hace buena pregunta: “¿Cuántas veces tengo que perdonar a mi hermano? ¿Hasta siete veces?” Pero nadie quiere la respuesta del Señor: “No sólo hasta siete, sino hasta setenta veces siete”.
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Luego la gloria del Señor se elevó del umbral del templo y se posó sobre los querubines. Al partir, los querubines desplegaron sus alas y se elevaron del suelo ante mis ojos. Se detuvieron a la entrada del pórtico oriental del templo del Señor, y la gloria del Dios de Israel estaba encima de ellos. Eran los mismos seres vivientes que yo había visto debajo del Dios de Israel, junto al río Kebar, y reconocí que eran los querubines. Cada uno tenía cuatro caras y cuatro alas, y unas como manos bajo las alas. Sus caras se parecían a las que yo había visto junto al río Kebar. Y todos caminaban hacia el frente. (Ezekiel 10:18-22)
El verano de los profetas sigue con el profeta Ezekiel. En la Biblia, las extrañas visiones del profeta Ezekiel son muy parecidas a las del Libro de Apocalipsis. Pues, las visiones de ambos libros tienen el mismo propósito—proclamar un mensaje de esperanza y salvación al pueblo sufriendo. Para Ezekiel, el pueblo está en exilio después de la destrucción de Jerusalén. Para el Libro de Apocalipsis, las comunidades cristianas están sufriendo terrible persecución. Tal vez, en nuestros tiempos difíciles, estas antiguas visiones puedan darnos nueva esperanza en “la gloria del Señor”.
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En cierta ocasión, los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron: “¿Quién es el más grande en el Reino de los cielos?” Jesús llamó a un niño, lo puso en medio de ellos y les dijo: “Yo les aseguro a ustedes que si no cambian y no se hacen como los niños, no entrarán en el Reino de los cielos. Así pues, quien se haga pequeño como este niño, ése es el más grande en el Reino de los cielos. (Mt 18:1-4)
¿En qué consta la grandeza? ¿Es el poder, o el éxito, o el dinero, o las posesiones? Clara de Asís escuchó la predicación de San Francisco sobre Cristo, el Pobre, y ella dejó todo para seguir el camino humilde de la pobreza.
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En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Yo les aseguro que si el grano de trigo sembrado en la tierra no muere, queda infecundo; pero si muere, producirá mucho fruto. El que se ama a sí mismo, se pierde; el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se asegura para la vida eterna. El que quiera servirme que me siga, para que donde yo esté, también esté mi servidor. El que me sirve será honrado por mi Padre’’. (Jn 12:24-26)
Siendo el arqui-diácono de la Iglesia de Roma, Lorenzo habría sido elegido el próximo papa. Pero cuando el Papa Sixto y los otros seis diáconos eran ejecutados, Lorenzo fue arrestado. Sabiendo que los diáconos tenían cargo del dinero, el magistrado exigió que Lorenzo traiga todo el tesoro de la iglesia. Lorenzo pidió unos días para recogerlo y mientras tanto regaló todo a los pobres. Cuando regresó a la corte, trajo unos pobres y declaró: “Aquí son las riquezas de la iglesia”. Por su descaro, fue quemado vivo en un asador. En el arte San Lorenzo siempre tiene su asador. Su historia sigue contado en la iglesia.