Estas reflexiones salen de más que 40 años de ministerio como sacerdote católico. Pasé la mayoría de estos años en la Diócesis de Charlotte que está situada en Carolina del Norte occidental de los Estados Unidos. Ahora, estoy jubilado, y vivo en Medellín, Colombia, y sigo sirviendo como sacerdote en la Arquidiócesis de Medellín.
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R. Aleluya, aleluya. Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos, dice el Señor. R. Aleluya.
La tragedia del Martirio de San Juan Bautista ha sido elaborado en música, danza y arte. Pero en los evangelios, el Martirio de San Juan Bautista nos lleva a la Pasión del Señor Jesús. Por eso, cuando el costo de ser discípulo sube, es bueno recordar que Dios siempre se acuerda de nosotros. Las Bienaventuranzas son la prenda de que el seguir a Jesús vale: Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos.
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Nosotros predicamos a Cristo crucificado . . . Cristo es la fuerza y la sabiduría de Dios. Porque la locura de Dios es más sabia que la sabiduría de los hombres y la debilidad de Dios es más fuerte que la fuerza de los hombres. (1 Cor 1:22-25)
San Pablo en su predicación nos recuerda de que la Cruz revela la fuerza y la sabiduría de Dios. Los cristianos estimaban mucho a sus predicadores que proclamaban el amor incondicional de Dios en una manera extraordinaria. Además de su otros escritos, tenemos más que 400 homilías de San Agustín. Como él decía a su pueblo en la Eucaristía: “¡Que sean lo que celebran!” Hoy es el aniversario de fallecimiento de mi mamá querida, +Norma Torp Boyd (22 de febrero de 1927-28 de agosto de 1996). Como Santa Mónica dijo a su hijo, San Agustín, “Hijo, acuérdate de mí siempre en el Altar del Señor”, es mi privilegio de rezar por ella en el Altar del Señor. “Dale, Señor, el descanso eterno. Y brilla para +Norma la luz perpetua. Que descanse en paz. Y que su alma y las almas de todos los fieles difuntos, por la misericordia de Dios, descansen en paz. Amén”.
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Continuamente agradezco a mi Dios los dones divinos que les ha concedido a ustedes por medio de Cristo Jesús, ya que por él los ha enriquecido con abundancia en todo lo que se refiere a la palabra y al conocimiento; porque el testimonio que damos de Cristo ha sido confirmado en ustedes a tal grado, que no carecen de ningún don ustedes, los que esperan la manifestación de nuestro Señor Jesucristo. (1 Cor 1:4-7)
Hoy es la fiesta de Santa Mónica que forma una sola celebración con la fiesta de mañana, la fiesta de San Agustín, su hijo. La historia de ellos es muy conmovedora. Al final de la vida de Santa Mónica, ella y su hijo estaban en Ostia, el puerto de Roma, esperando el barco para llevarlos a África. Pero el barco se tardó y Agustín estaba muy preocupado. Mónica le dijo: “Tranquilo, mi hijo, no se preocupes de mi cuerpo. Enterrarme donde muero, pero, acuérdate de mí siempre en el Altar del Señor”. Por eso, esto es nuestro privilegio—podemos recordar a todos nuestros seres querido difuntos en el Altar del Señor.
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Este saludo es de mi puño y letra. Así firmo yo, Pablo, en todas mis cartas; ésta es mi letra. Que la gracia de nuestro Señor Jesucristo esté con todos ustedes. (2 Tes 3:17-18)
San Pablo no quería más problemas con cartas falsas . . . y por eso, cuando el escriba terminó de escribir todas las palabras dictadas por el apóstol, San Pablo firmó la carta, puño y letra. Me pregunto . . . ¿cuánto valdría el autógrafo de San Pablo hoy?
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Hermanos: Por lo que toca a la venida de nuestro Señor Jesucristo y a nuestro encuentro con él, les rogamos que no se dejen perturbar tan fácilmente. No se alarmen ni por supuestas revelaciones ni por palabras o cartas atribuidas a nosotros, que los induzcan a pensar que el día del Señor es inminente. Que nadie los engañe en ninguna forma. (2 Tes 2:1-3)
Pobre San Pablo . . . tenía aguantar muchas tribulaciones: persecuciones, palizas, la cárcel, naufragios . . . y peor de todo, otros cristianos escribiendo cartas falsas en su nombre. Y ¿para qué? Para asustar a la gente con el final del mundo. Pues, dos mil años después seguimos con las mismas tonterías. Y ¿que nos dice San Pablo? El mismo consejo que el dio a los tesalonicenses: ¡Manténganse firmes y conserven la doctrina que les hemos enseñado!”