Estas reflexiones salen de más que 40 años de ministerio como sacerdote católico. Pasé la mayoría de estos años en la Diócesis de Charlotte que está situada en Carolina del Norte occidental de los Estados Unidos. Ahora, estoy jubilado, y vivo en Medellín, Colombia, y sigo sirviendo como sacerdote en la Arquidiócesis de Medellín.
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¡Vanidad de vanidades, dice Qohélet; vanidad de vanidades, todo es vanidad!
(Ecl 1:2)
El libro más raro de la Biblia es el Libro de Eclesiastés (Qohélet). El libro me recuerda de la escena de la película Moonstruck o Hechizo de Luna (1987). La mamá, Rose, dice a su esposo (Cosmo) que está engañándola saliendo con otra mujer:
Rose: No importa lo que hagas, ¡vas a morir!
Cosmo: Gracias, Rose.
Y el escritor de Eclesiastés tiene punto de vista muy raro en la Biblia cuando dice:
Vale más perro vivo
que león muerto.
(Eclesiastés 9:4).
Y el libro termina como empezó:
¡Vanidad de vanidades, dice Qohélet; todo es vanidad!
(Eclesiastés 12:8)
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En aquel tiempo, Jesús reunió a los Doce . . . y luego los envió a predicar el Reino de Dios y a curar a los enfermos.
(Lc 9:1-2)
La misión de los Doce: predicar el Reino de Dios y curar a los enfermos. La misión de nosotros es lo mismo: predicar y curar. Mi mamá querida era enfermera. Ella trabajó 20 años en obstetricia y 10 años en cáncer juvenil. Recuerdo bien cuando ella empezó a trabajar en el Hospital Beato Martín de Porres (se cambió el nombre al Hospital San Martín de Porres, cuando el beato fue canonizado en 1962). Ese hospital era de maternidad y pertenecía a las Hermanas de Misericordia. El hospital fue para los doctores negros de Mobile que no tenían privilegios en el hospital para los blancos. Mi mamá me dijo que el arzobispo de Mobile tenía un cuarto en ese hospital para negros y no en el hospital para blancos. Todavía estamos en la misma lucha: a predicar y a curar como dice el viejo canto “no importa la raza ni el color de la piel”.
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En aquel tiempo, fueron a ver a Jesús su madre y sus parientes, pero no podían llegar hasta donde él estaba porque había mucha gente. Entonces alguien le fue a decir: “Tu madre y tus hermanos están allá afuera y quieren verte”. Pero él respondió: “Mi madre y mis hermanos son aquellos que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica”.
(Lc 8:19-21)
La historia de Jesús con su familia de San Lucas es menos fuerte de la de San Marcos. En San Marcos, la familia piensa que Jesús está loco. Pues, la familia es la familia. Todos queremos la familia perfecta de Kodak. Pero esa familia no existe. Las Buenas Noticias es que Dios no tiene ese problema. Todos nosotros podemos ser miembros de la nueva familia de gracia—no por nacimiento, sino por la elección de Dios.
Hoy es el día de mi santo, San Mauricio y Compañeros.
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Los fariseos preguntaron a los discípulos: “¿Por qué su Maestro come con publicanos y pecadores?” Jesús los oyó y les dijo: “No son los sanos los que necesitan de médico, sino los enfermos. Vayan, pues, y aprendan lo que significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios. Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores”.
(Mt 9:11-13)
El comer y beber con pecadores es el centro del ministerio de la mesa de Jesús. De hecho, es uno de los más antiguos recuerdos de la Eucaristía. Y una época como la nuestra, cuando hay gente que quieren patrullar la Mesa del Señor, sería bueno recordar de que todos estamos invitados “a la cena del Señor”.
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Busquen al Señor mientras lo pueden encontrar,
invóquenlo mientras está cerca.
(Is 55:6)
El profeta nos invita a buscar al Señor. Y el salmista nos recuerda: El Señor está cerca de los que lo invocan (Salmo 144). No importa si pensamos que Dios está lejos de nosotros, la verdad es que Dios siempre está cerca. De hecho, Jesús nos recuerda de que nadie nos puede arrebatar de la mano del Padre (Jn 10:29).