Estas reflexiones salen de más que 40 años de ministerio como sacerdote católico. Pasé la mayoría de estos años en la Diócesis de Charlotte que está situada en Carolina del Norte occidental de los Estados Unidos. Ahora, estoy jubilado, y vivo en Medellín, Colombia, y sigo sirviendo como sacerdote en la Arquidiócesis de Medellín.
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El ángel se dirigió a las mujeres y les dijo: “No teman. Ya sé que buscan a Jesús, el crucificado. No está aquí; ha resucitado, como lo había dicho. Vengan a ver el lugar donde lo habían puesto. Y ahora, vayan de prisa a decir a sus discípulos: ‘Ha resucitado de entre los muertos e irá delante de ustedes a Galilea; allá lo verán’. Eso es todo”. Ellas se alejaron a toda prisa del sepulcro, y llenas de temor y de gran alegría, corrieron a dar la noticia a los discípulos. Pero de repente Jesús les salió al encuentro y las saludó. Ellas se le acercaron, le abrazaron los pies y lo adoraron. Entonces les dijo Jesús: “No tengan miedo. Vayan a decir a mis hermanos que se dirijan a Galilea. Allá me verán”. (Mt 28:1-10)
https://bible.usccb.org/es/bible/lecturas/040823.cfm
¡Qué asombroso beneficio de tu amor por nosotros! ¡Qué incomparable ternura y caridad! ¡Para rescatar al esclavo entregaste al Hijo!Necesario fue el pecado de Adán, que ha sido borrado por la muerte de Cristo. ¡Feliz la culpa que mereció tal Redentor!—Pregón Pascual
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Cristo, durante su vida mortal, ofreció oraciones y súplicas, con fuertes voces y lágrimas, a aquel que podía librarlo de la muerte, y fue escuchado por su piedad. A pesar de que era el Hijo, aprendió a obedecer padeciendo, y llegado a su perfección, se convirtió en la causa de la salvación eterna para todos los que lo obedecen . . . Acerquémonos, por lo tanto, con plena confianza al trono de la gracia, para recibir misericordia, hallar la gracia y obtener ayuda. (Heb 4:14-16; 5:7-9)
https://bible.usccb.org/es/bible/lecturas/040723.cfm
De pie ante el misterio de la Cruz sólo queda el amor.
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Yo recibí del Señor lo mismo que les he trasmitido: que el Señor Jesús, la noche en que iba a ser entregado, tomó pan en sus manos, y pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: “Esto es mi cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía”. Lo mismo hizo con el cáliz después de cenar, diciendo: “Este cáliz es la nueva alianza que se sella con mi sangre. Hagan esto en memoria mía siempre que beban de él”. Por eso, cada vez que ustedes comen de este pan y beben de este cáliz, proclaman la muerte del Señor, hasta que vuelva. (1 Con 11:23-26)
https://bible.usccb.org/es/bible/lecturas/040623-Supper.cfm
El relato más antiguo de la institución de la Eucaristía es este pasaje de la Primera Carta de Pablo a los Corintios. La Eucaristía proviene no solo de la Última Cena que Jesús tuvo con sus discípulos sino de todas las comidas que Jesús compartió con sus discípulos.
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Ofrecí la espalda a los que me golpeaban. No aparté mi rostro a los insultos y salivazos. (Is 50:4-9a)
Uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a ver a los sumos sacerdotes y les dijo: "¿Cuánto me dan si les entrego a Jesús?" (Mt 26:14-25)
https://bible.usccb.org/es/bible/lecturas/040523.cfm
En esta Semana Santa, es importante que recordemos las palabras del Concilio Vaticano II (1965): “Lo que en su Pasión se hizo, no puede ser imputado ni indistintamente a todos los judíos que entonces vivían, ni a los judíos de hoy”. La iglesia advirtió: “no se ha de señalar a los judíos como reprobados de Dios ni malditos”. Y por fin, dijo el Concilio: “la Iglesia, que reprueba cualquier persecución contra los hombres, consciente del patrimonio común con los judíos, e impulsada la religiosa caridad evangélica, deplora los odios, persecuciones y manifestaciones de antisemitismo de cualquier tiempo y persona contra los judíos” (Nostra Aetate, 4).
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“Te voy a convertir en luz de las naciones, para que mi salvación llegue hasta los últimos rincones de la tierra”. (Is 49:1-6)
Uno de ellos, al que Jesús tanto amaba, se hallaba reclinado a derecha de Jesús. (Jn 13:21-33, 36-38)
https://bible.usccb.org/es/bible/lecturas/040423.cfm
Una figura central del Cuarto Evangelio (el que llamamos “según San Juan”) es el Discípulo Amado. En el Cenáculo, es el Discípulo Amado, no Pedro ni Juan ni ninguno de los otros, quien está más cerca de Jesús. Aunque generalmente se considera anónimo, tal vez el Discípulo Amado sea en realidad nombrado por el escritor del evangelio en el capítulo 11. Sin embargo, el Discípulo Amado representa a todos nosotros, los discípulos amados del Señor. El segundo Canto del Siervo nos recuerda que la luz ha de “llegar hasta los últimos rincones de la tierra”.