Estas reflexiones salen de más que 40 años de ministerio como sacerdote católico. Pasé la mayoría de estos años en la Diócesis de Charlotte que está situada en Carolina del Norte occidental de los Estados Unidos. Ahora, estoy jubilado, y vivo en Medellín, Colombia, y sigo sirviendo como sacerdote en la Arquidiócesis de Medellín.

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¿Qué es lo que hoy sucede? Un gran silencio envuelve la tierra; un gran silencio y una gran soledad. Un gran silencio, porque el Rey duerme. La tierra está temerosa y sobrecogida, porque Dios se ha dormido en la carne y ha despertado a los que dormían desde antiguo. Dios ha muerto en la carne y ha puesto en conmoción al abismo. —Antigua Homilía de Sábado Santo
Oración Dios todopoderoso, cuyo Unigénito descendió al lugar de los muertos y salió victorioso del sepulcro, te pedimos que concedas a todos tus fieles, sepultados con Cristo por el bautismo, resucitar también con él a la vida eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina por los siglos de los siglos.

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Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María la de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a su madre y junto a ella al discípulo que tanto quería, Jesús dijo a su madre: “Mujer, ahí está tu hijo”. Luego dijo al discípulo: “Ahí está tu madre”. Y desde aquella hora el discípulo se la llevó a vivir con él. (Jn 19:25-27)
He sido crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí; y la vida que ahora vivo en la carne, la vivo por fe en el Hijo de Dios, quien me amó y se entregó a sí mismo por mí. (San Pablo, Gálatas 2:19-20)
O Amor tan profundo O Amor tan ancho O Amor tan alto O Amor tan grande . . . . (San Bernardo de Claraval)

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Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre y habiendo amado a los suyos, que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. (Jn 13:1)
En el Cuarto Evangelio, el Lavatorio de los Pies es el centro de la última cena que tuvo Jesús con sus discípulos. Como dice el Señor, “Pues si yo, que soy el Maestro y el Señor, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies los unos a los otros”. Si Jesús se humilla para ir a la Cruz por nosotros, entonces estamos llamados a lavar los pies los unos a los otros. Tal vez, esto es el punto de “habiendo amado a los suyos, que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo”. Jesús, el que vino no para ser servido, sino para servir, y dar su vida en rescate de todos.

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En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a ver a los sumos sacerdotes y les dijo: “¿Cuánto me dan si les entrego a Jesús?” Ellos quedaron en darle treinta monedas de plata. Y desde ese momento andaba buscando una oportunidad para entregárselo. (Mt 26:14-16)
Tradicionalmente, Miércoles Santo es conocido como Miércoles del Espía o Miércoles de la Traición. Se nota que todos los evangelios dicen que fue uno de los Doce, uno de los líderes, que traicionó a Jesús. Por eso, no era común que la iglesia canonizara a sus líderes. En el pasado no hubo muchos papas canonizados. Pues, había una espera de 50 años antes de empezar el proceso. Hoy en día es diferente. Pero, todavía hay buenas razones por no gritar tan pronto, ¡Súbito Santo!

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En aquel tiempo, cuando Jesús estaba a la mesa con sus discípulos, se conmovió profundamente y declaró: “Yo les aseguro que uno de ustedes me va a entregar”. Los discípulos se miraron perplejos unos a otros, porque no sabían de quién hablaba. Uno de ellos, al que Jesús tanto amaba, se hallaba reclinado a su derecha. Simón Pedro le hizo una seña y le preguntó: “¿De quién lo dice?” Entonces él, apoyándose en el pecho de Jesús, le preguntó: “Señor, ¿quién es?” Le contestó Jesús: “Aquel a quien yo le dé este trozo de pan, que voy a mojar”. Mojó el pan y se lo dio a Judas, hijo de Simón el Iscariote; y tras el bocado, entró en él Satanás. (Jn 13:21-26)
Recíbeme hoy, Hijo de Dios, como participante en Tu Cena mística. No revelaré tu misterio a Tus adversarios. No te daré el beso de Judas. Al contrario, como el ladrón, te confieso: Acuérdate de mí, Señor, cuando vengas a Tu reino. —Liturgia de San Juan Crisóstomo