Estas reflexiones salen de más que 40 años de ministerio como sacerdote católico. Pasé la mayoría de estos años en la Diócesis de Charlotte que está situada en Carolina del Norte occidental de los Estados Unidos. Ahora, estoy jubilado, y vivo en Medellín, Colombia, y sigo sirviendo como sacerdote en la Arquidiócesis de Medellín.
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Procuren que todos nos consideren como servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios. Por eso, lo que menos me preocupa es que me juzguen ustedes o un tribunal humano. El Señor es quien habrá de juzgarme. (1 Cor 4:1-5)
https://bible.usccb.org/es/bible/lecturas/090222.cfm
Hace mucho tiempo, en una parroquia muy, muy lejana, estaba siendo atacado por mi ministerio de VIH/SIDA y mi alcance a los católicos LGBT y sus padres, cité este pasaje de las Escrituras en particular: “Como pastor y sacerdote, no le daré la espalda a quienes viven con el VIH/SIDA. Como pastor y sacerdote, no le daré la espalda a nuestros hermanas y hermanos gay y sus padres. Un día tendré que presentarme ante nuestro Señor y rendir cuentas de mi ministerio sacerdotal. Él es el que me juzgará, no ustedes. ¿Y cuál es la medida que usará? . . . "lo que hicieron con los más pequeños, conmigo lo hicieron".
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Hermanas y hermanos: La sabiduría de este mundo es ignorancia ante Dios. Así pues, que nadie se gloríe de pertenecer a ningún hombre, ya que todo les pertenece a ustedes: Pablo, Apolo y Pedro, el mundo, la vida y la muerte, lo presente y lo futuro: todo es de ustedes; ustedes son de Cristo, y Cristo es de Dios. (1 Cor 3:18-23)
https://bible.usccb.org/es/bible/lecturas/090122.cfm
Las palabras de Pablo sobre el ministerio nos recuerdan que el ministerio está dirigido al servicio de la comunidad, la comunidad a Cristo y Cristo a Dios. O, como dice el Papa Francisco, “los pastores deben oler a las ovejas”.
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En realidad, ¿quién es Apolo y quién es Pablo? Solamente somos servidores, por medio de los cuales ustedes llegaron a la fe, y cada uno de nosotros hizo lo que el Señor le encomendó. Yo planté, Apolo regó, pero fue Dios quien hizo crecer. De modo que ni el que planta ni el que riega tienen importancia, sino sólo Dios, que es quien hace crecer. El que planta y el que riega trabajan para lo mismo, si bien cada uno recibirá el salario conforme a su propio trabajo. Así pues, nosotros somos colaboradores de Dios y ustedes son el campo de Dios, la casa que Dios edifica. (1 Cor 3:1-9)
https://bible.usccb.org/es/bible/lecturas/083122.cfm
Mi amigo, Monseñor Tony Kovacic (1920-2015), nunca habló muy bien el inglés y, además, tenía un impedimento del habla. Trabajábamos juntos por un tiempo en una parroquia cuando comentó: “Algunas personas te quieren. Algunas personas me quieren. ¿No es Dios bueno, que pueden querer uno de nosotros?"
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”¿Quién ha conocido la mente del Señor para poder instruirlo?” Pues, bien, nosotros tenemos la mente de Cristo. (1 Cor 2:10b-16)
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/hoy/
Tener la mente y el corazón de Cristo: esa es la promesa del Espíritu que recibimos en nuestro Bautismo. Ver el mundo y a todos los que están en él a través de los ojos compasivos de Cristo, tocar el mundo y a todos los que sufren con las manos sanadoras de Cristo, amar el mundo y a todos los que están en él con el mismo Corazón de Cristo, esa es nuestra vocación.
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Hermanas y hermanos: Cuando llegué a la ciudad de ustedes para anunciarles el Evangelio, no busqué hacerlo mediante la elocuencia del lenguaje o la sabiduría humana, sino que resolví no hablarles sino de Jesucristo, más aún, de Jesucristo crucificado. Me presenté ante ustedes débil y temblando de miedo. Cuando les hablé y les prediqué el Evangelio, no quise convencerlos con palabras de hombre sabio; al contrario, los convencí por medio del Espíritu y del poder de Dios, a fin de que la fe de ustedes dependiera del poder de Dios y no de la sabiduría de los hombres. (1 Cor 2:1-5)
https://bible.usccb.org/es/bible/lecturas/082922.cfm
Como dice la liturgia, “Tú, Señor, has sacado fuerza de lo débil, haciendo de la fragilidad tu propio testimonio; por Cristo, Señor nuestro".
La Pasión de Juan Bautista prefigura la Pasión de Jesús. Como quien prepara el camino del Señor, San Juan Bautista lo prepara incluso con su muerte.
