Estas reflexiones salen de más que 40 años de ministerio como sacerdote católico. Pasé la mayoría de estos años en la Diócesis de Charlotte que está situada en Carolina del Norte occidental de los Estados Unidos. Ahora, estoy jubilado, y vivo en Medellín, Colombia, y sigo sirviendo como sacerdote en la Arquidiócesis de Medellín.
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El primer día después del sábado, muy de mañana, llegaron las mujeres al sepulcro, llevando los perfumes que habían preparado. Encontraron que la piedra ya había sido retirada del sepulcro y entraron, pero no hallaron el cuerpo del Señor Jesús. Estando ellas todas desconcertadas por esto, se les presentaron dos varones con vestidos resplandecientes. Como ellas se llenaron de miedo e inclinaron el rostro a tierra, los varones les dijeron: “¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí; ha resucitado. Recuerden que cuando estaba todavía en Galilea les dijo: ‘Es necesario que el Hijo del hombre sea entregado en manos de los pecadores y sea crucificado y al tercer día resucite’ ”. Y ellas recordaron sus palabras. (Lc 24:1-12)
https://bible.usccb.org/es/bible/lecturas/0421622.cfm
¡Qué asombroso beneficio de tu amor por nosotros! ¡Qué incomparable ternura y caridad! ¡Para rescatar al esclavo entregaste al Hijo!Necesario fue el pecado de Adán, que ha sido borrado por la muerte de Cristo. ¡Feliz la culpa que mereció tal Redentor!—Pregón Pascual ¡FELICES PASCUAS!
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Sobre la casa real de David y los habitantes de Jerusalén derramaré un espíritu de gracia y de súplica, y entonces pondrán sus ojos en mí. Harán lamentación por el que traspasaron, como quien hace lamentación por su hijo único; llorarán amargamente, como quien llora por su primogénito. (Zac 12:10)
https://www.vatican.va/spirit/documents/spirit_20010414_omelia-sabato-santo_sp.html
“¿Qué es lo que hoy sucede? Un gran silencio envuelve la tierra; un gran silencio porque el Rey duerme”—De una homilía antigua sobre el grande y santo Sábado. Entramos en este silencio llevando con nosotros todos los dolores de este mundo, los dolores de los hambrientos, de los olvidados, de los abandonados; la angustia de aquellos que han perdido a sus seres queridos en la guerra; el dolor de los desplazados que han perdido hogar; y el terrible precio de una pandemia agotadora que nunca termina. Sin embargo, en este silencio esperamos.
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No vimos en él ningún aspecto atrayente; despreciado y rechazado por los hombres, varón de dolores, habituado al sufrimiento; como uno del cual se aparta la mirada, despreciado y desestimado. Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores; nosotros lo tuvimos por leproso, herido por Dios y humillado, traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes. Él soportó el castigo que nos trae la paz. Por sus llagas hemos sido curados. (Is 52:13-53:12)
https://bible.usccb.org/es/bible/lecturas/041522.cfm
"¡Oh! A veces me hace temblar, temblar, temblar . . . ¿Estabas allí cuando crucificaron a mi Señor?” Rezamos por todos que han muerto en la guerra en Ucrania.
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Yo recibí del Señor lo mismo que les he trasmitido: que el Señor Jesús, la noche en que iba a ser entregado, tomó pan en sus manos, y pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: “Esto es mi cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía”. Lo mismo hizo con el cáliz después de cenar, diciendo: “Este cáliz es la nueva alianza que se sella con mi sangre. Hagan esto en memoria mía siempre que beban de él”. Por eso, cada vez que ustedes comen de este pan y beben de este cáliz, proclaman la muerte del Señor, hasta que vuelva. (1 Con 11:23-26)
https://bible.usccb.org/es/bible/lecturas/041422-cena.cfm
Hoy entramos al Triduo Pascual con la Misa vespertina de la Cena del Señor. El relato más antiguo de la Cena del Señor no proviene de los evangelios, sino de la Primera Carta de Pablo a los Corintios (año 50). Y como el Señor pide, todavía tomamos pan y vino y celebramos la cena que nos dejó. Todavía recordamos cómo nos amó hasta el extremo. Y proclamamos su muerte y resurrección hasta que él vuelva.
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Uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a ver a los sumos sacerdotes y les dijo: “¿Cuánto me dan si les entrego a Jesús?” Ellos quedaron en darle treinta monedas de plata. Y desde ese momento andaba buscando una oportunidad para entregárselo. (Mt 26:14-25)
https://bible.usccb.org/es/bible/lecturas/041322.cfm
La tristeza de la traición de uno de los Doce toca el corazón. Sin embargo, el Señor sabe todo de lo que somos capaces y todavía nos ama sin límites. Rezamos por todos los que han sido traicionados, especialmente por el pueblo de Ucrania.