Estas reflexiones salen de más que 40 años de ministerio como sacerdote católico. Pasé la mayoría de estos años en la Diócesis de Charlotte que está situada en Carolina del Norte occidental de los Estados Unidos. Ahora, estoy jubilado, y vivo en Medellín, Colombia, y sigo sirviendo como sacerdote en la Arquidiócesis de Medellín.
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No permita Dios que yo me gloríe en algo que no sea la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por el cual el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo. De ahora en adelante, que nadie me ponga más obstáculos, porque llevo en mi cuerpo las marcas de Jesús. (Gál 6:14-18)
https://bible.usccb.org/es/bible/readings/070322.cfm
Los estigmas (llevar las heridas de Cristo en la propia carne) no es algo de lo que maravillarse, como suele hacer la gente. El problema es que la gente nunca reconoce las heridas de Cristo en los pobres, en los agobiados por la enfermedad, en los marginados de la sociedad. Sus heridas son los verdaderos estigmas de Cristo, y esas heridas nos acusan a todos. Quizás San Pablo tiene razón al recordarnos que solo debemos gloriarnos en la Cruz de nuestro Señor Jesucristo.
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Esto dice el Señor: “Aquel día renovaré la choza caída de David, taparé sus brechas, levantaré sus muros y la reconstruiré como era en otros tiempos”. (Am 9:11-15)
https://bible.usccb.org/es/bible/lecturas/070222.cfm
Algunas personas piensan que estos versículos finales de la profecía de Amós son una adición editorial de un tiempo posterior. Es cierto que estos últimos versículos son bastante diferentes de la predicación profética anterior en que ofrecen la promesa de restauración. Pero aun así, no creo que los reyes davídicos se refirieran a sus palacios como “la choza caída de David”. Por supuesto, la Virgen María nos recuerda a todos que Dios “derriba a los poderosos de sus tronos. . . y llena de todo bien a los hambrientos.”
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Escuchen esto, ustedes, los que pisotean al indigente para hacer desaparecer a los pobres del país . . . Vendrán días -oráculo del Señor- en que enviaré hambre sobre el país, no hambre de pan, ni sed de agua, sino de escuchar la palabra del Señor. Se arrastrarán de un mar a otro e irán errantes del norte al este, buscando la palabra del Señor, pero no la encontrarán. (Am 8:4-6, 9-12)
https://www.eucaristiadiaria.cl/dia_cal.php?fecha=2022-07-01
Hambre por oír la palabra del Señor . . . el profeta Amos habla en serio. ¿Cómo puede el profeta decirnos tales palabras? Bueno, ese siempre ha sido nuestro problema. Al igual que las personas a las que se dirigieron estas palabras por primera vez, separamos "Amar a Dios" de "Amar al prójimo" cuando realmente van juntos, como nos enseñó Jesús.
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Amasías le dijo a Amós: “Vete de aquí, visionario, y huye al país de Judá; gánate allá el pan, profetizando; pero no vuelvas a profetizar en Betel, porque es santuario del rey y templo del reino”. Respondió Amós: “Yo no soy profeta ni hijo de profeta, sino pastor y cultivador de higos. El Señor me sacó de junto al rebaño y me dijo: ‘Ve y profetiza a mi pueblo, Israel’. Y ahora escucha tú la palabra del Señor. (Am 7:10-17)
https://bible.usccb.org/es/bible/lecturas/063022.cfm
El profeta Amós tenía el “olor de las ovejas” sobre él. El sacerdote Amasías no estaba muy impresionado: "¡Vete de aquí, estás apestando el templo!" Pero Amós se mantuvo firme, contó la historia de su llamado y luego proclamó: “¡Ahora escucha la palabra del Señor!” Los primeros mártires de la Iglesia de Roma murieron en la persecución de Nerón durante el año 64. Se piensa que fue durante esta persecución que Pedro y Pablo también fueron martirizados.
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Pedro, el Apóstol, y Pablo, el maestro de las naciones, nos han enseñado tu Evangelio, Señor. (Antífona de la Entrada)
https://bible.usccb.org/es/bible/lecturas/062922-day.cfm
Hoy es la fiesta de los dos apóstoles más grandes, Pedro y Pablo, que la iglesia de Roma tiene como sus fundadores. En toda la antigua Ciudad de Roma, las iglesias siempre muestran Pedro y Pablo juntos. Aunque murieron en años distintos, en la celebración de sus martirios, los dos están juntos. Qué todos pudiéramos decir con San Pablo:
He luchado bien en el combate, he corrido hasta la meta, he perseverado en la fe. (2 Tim 4:6-8)
¡San Pedro y San Pablo, rueguen por nosotros!