El motivo de haberte dejado en Creta, fue para que acabaras de organizar lo que faltaba y establecieras presbíteros en cada ciudad, como te lo ordené. Han de ser irreprochables, casados una sola vez; y sus hijos han de ser creyentes y no acusados de mala conducta o de rebeldía. Por su parte, el obispo, como administrador de Dios, debe ser irreprochable; no debe ser arrogante, ni iracundo, ni bebedor, ni violento, ni dado a negocios sucios. Al contrario, debe ser hospitalario, amable, sensato, justo, piadoso, dueño de sí mismo, fielmente apegado a la fe enseñada, para que sea capaz de predicar una doctrina sana y de refutar a los adversarios. (Ti 1:1-9)
https://bible.usccb.org/es/bible/lecturas/110722.cfm
Los requisitos para los presbíteros-obispos reflejan un período muy posterior al de San Pablo. Aunque los diáconos no se mencionan en este pasaje, es importante notar que la iglesia primitiva no usaba términos “religiosos” para sus ministros: episkopos (obispo) significa “supervisor”, presbyteros (présbiter) significa “anciano”; y diakonos (diácono) significa “mesero de mesa”; más bien usamos términos de la vida cotidiana. En la imagen de hoy hay un obispo, un presbítero y un diácono.
Estas reflexiones salen de más que 40 años de ministerio como sacerdote católico. Pasé la mayoría de estos años en la Diócesis de Charlotte que está situada en Carolina del Norte occidental de los Estados Unidos. Ahora, estoy jubilado, y vivo en Medellín, Colombia, y sigo sirviendo como sacerdote en la Arquidiócesis de Medellín.
Lunes, Semana XXXII, Tiempo Ordinario
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