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Estas reflexiones salen de más que 40 años de ministerio como sacerdote católico. Pasé la mayoría de estos años en la Diócesis de Charlotte que está situada en Carolina del Norte occidental de los Estados Unidos. Ahora, estoy jubilado, y vivo en Medellín, Colombia, y sigo sirviendo como sacerdote en la Arquidiócesis de Medellín.

En aquel tiempo, estando Jesús en un poblado, llegó un leproso, y al ver a Jesús, se postró rostro en tierra, diciendo: “Señor, si quieres, puedes curarme”. Jesús extendió la mano y lo tocó, diciendo: “Quiero. Queda limpio”. Y al momento desapareció la lepra.
(Lc 5:12-16)

Por el tocar a leprosos, Jesús quedó en problemas no solo con la Ley de Moisés y las autoridades religiosas, pero también con sus propios discípulos. Y ahora, dos mil años después, las cosas no se han cambiado nada. Gracias a mi mamá querida, celebro mi cumpleaños hoy.

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Queridos hijos: Amamos a Dios, porque él nos amó primero. Si alguno dice: “Amo a Dios” y aborrece a su hermano, es un mentiroso, pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve. Además, Jesús nos ha dado este mandamiento: El que ama a Dios, que ame también a su hermano.
(1 Jn 4:19-5:4)

Se dice que el viejo San Juan en cada liturgia se levantaba y le decía a la gente, “Queridos hijitos, que nos amemos los unos a los otros.” Y después se sentaba. Pues, después de unas semanas de la misma, el nuevo diácono le dijo, “Padre, cada semana nos dice lo mismo. ¿Cuándo va a enseñarnos algo nuevo?” El viejo San Juan le dijo, “Cuando cumplan lo que les dije, puedo enseñarles algo nuevo. Por eso, 'Queridos hijitos, que nos amemos los unos a los otros'”. Después de los disturbios de ayer en el Mall y el Capitolio de los Estados Unidos, tal vez necesitemos más que nunca del mensaje del viejo San Juan: ¡Qué amémonos los unos a los otros!"

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Queridos hijos: Si Dios nos ha amado tanto, también nosotros debemos amarnos los unos a los otros . . . Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él.
(1 Jn 4:11-18)

Al verlo andar sobre el agua, ellos creyeron que era un fantasma y se pusieron a gritar, porque todos lo habían visto y estaban espantados. Pero él les habló enseguida y les dijo: “¡Ánimo! Soy yo; no teman”.
(Mc 6:44-54)

La Primera Carta de San Juan repite una y otra vez, “Debemos amarnos los unos a los otros.” Y lo hace con razón, porque a veces nos olvidamos de que decir que “Dios nos ama” significa nada si nosotros no amamos a los demás. Y a discípulos aterrorizados en todas las épocas, el Señor nos recuerda, “¡Ánimo! Soy yo; no teman”.

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Queridos hijos: Amémonos los unos a los otros, porque el amor viene de Dios . . . El amor consiste en esto: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó primero y nos envió a su Hijo.
(1 Jn 4:7-10)

En aquel tiempo, al desembarcar Jesús, vio una numerosa multitud que lo estaba esperando, y se compadeció de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas . . . .
Comieron todos hasta saciarse, y con las sobras de pan y de pescado que recogieron llenaron doce canastos. Los que comieron fueron cinco mil hombres.
(Mc 6:34-44)

El tema de la “manifestación” sigue en la historia de la Alimentación de los 5,000 en el evangelio de San Marco que revela el afecto del Señor, “se compadeció de ellos.” La Primera Carta de San Juan habla mucho del Amor, y entonces se revela que el Amor consiste no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Dios nos amó primero y nos envió a su Hijo”. Hoy es la fiesta del inmigrante, San Juan Neumann, obispo de Filadelfia.

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Desde entonces comenzó Jesús a predicar, diciendo: “Conviértanse, porque ya está cerca el Reino de los cielos”. Y andaba por toda Galilea, enseñando en las sinagogas y proclamando la buena nueva del Reino de Dios y curando a la gente de toda enfermedad y dolencia.
(Mt 4:12-17,23-25)

Esta semana seguimos con el tema de la Epifanía, la manifestación de Jesús en varios pasajes de los evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas). Hoy es el inicio del ministerio público en San Mateo: la proclamación del Reino y el ministerio a los enfermos. En los Estados Unidos hoy es la fiesta de Santa Isabel Ana Seton. Hace muchos años mi mamá querida y yo visitamos el Santuario de Santa Isabel en Maryland. Yo celebré Misa en el altar de la tumba que sale en la foto.

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Jesús nació en Belén de Judá, en tiempos del rey Herodes. Unos magos de oriente llegaron entonces a Jerusalén y preguntaron: “¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos surgir su estrella y hemos venido a adorarlo” . . . . Entraron en la casa y vieron al niño con María, su madre, y postrándose, lo adoraron. Después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra.
(Mt 2:1-12)

La cuestión de la Epifanía: ¿qué regalo le traemos?

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R. Cantemos la grandeza del Señor.
Cantemos al Señor un canto nuevo,
pues ha hecho maravillas.
Su diestra y su santo brazo 
le han dado la victoria.
Que todos los pueblos y naciones 
aclamen con júbilo al Señor.
R.  Cantemos la grandeza del Señor.
(Salmo 97)

Lo que estamos celebrando es la revelación a los pobre pastorcitos y a nosotros. “Aclamen con júbilo al Señor” es reflejado en la música de este tiempo de Navidad. Qué nuestro corazón quede lleno con júbilo para “cantar al Señor un canto nuevo”.

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El Señor te bendiga y te proteja,
haga resplandecer su rostro sobre ti y te conceda su favor.
Que el Señor te mire con benevolencia
y te conceda la paz.
(Number 6:22-27)

Hoy es el día octavo de la Navidad y una de las más antiguas fiestas de la Virgen María. También, hoy es el Año Nuevo. Lo interesante de las lecturas es la Bendición de Aaron del Libro de los Números, invocando el nombre de Dios sobre el pueblo. Normalmente, la escuchamos a final de la Misa, pero hoy estamos pidiendo la bendición de Dios al arrancar este nuevo año de 2021. A todos ustedes ¡les deseo un Año Nuevo de 2021 lleno de bendiciones! La foto es el ícono de la Madre de Dios, Luz en Toda Oscuridad por el Padre William McNichols, S.J.  

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Hijos míos: Ésta es la última hora.
(1 Jn 2:18-21)

En el principio ya existía aquel que es la Palabra,
y aquel que es la Palabra estaba con Dios y era Dios.
(Jn 1:1-18)

A veces la Liturgia tiene sentido del humor. Hoy es la última día del año 2020, y la Liturgia nos dice que estamos en “la última hora.” Pero aún más, en este último día del año, la Liturgia nos da “el último evangelio.”
Muchos no nos acordamos de la Misa Leída, o la Misa Cantada, o Misa Sencilla del pasado pero la Misa tenía el “último evangelio” que fue leído después de la Bendición Final. Normalmente, el “último evangelio” fue el Prólogo del Cuarto Evangelio (según San Juan). Por eso, en este último día del año la Liturgia nos da “la última hora” y “el último evangelio” para acabar con 2020.

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En aquel tiempo, había una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana. De joven, había vivido siete años casada y tenía ya ochenta y cuatro años de edad. No se apartaba del templo ni de día ni de noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. (Cuando José y María entraban en el templo para la presentación del niño,) se acercó Ana, dando gracias a Dios y hablando del niño a todos los que aguardaban la liberación de Israel.
(Lc 2:36-40)

La figura de la vieja profetisa, Ana, me recuerda de todas las mujeres de fe en mi vida, pero especialmente de mi abuela, Nanny. Nanny llevaba una cartera. En la cartera tenía un pequeño álbum de fotos de todos sus nietos con el letrero (en inglés): S.O.G.W.P.I.P. (Silly Old Grandma With Pictures In Purse) (tonta abuelita con fotos en cartera). Todo esto fue antes de celulares y Facebook, pero cuando sus amigas empezaban de hablar de sus nietos, mi abuela abrió su cartera y sacó el pequeño álbum de fotos para hablar de nosotros y mostrarles las fotos!

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