Que Cristo habite por la fe en sus corazones. Así, arraigados y cimentados en el amor, podrán comprender con todo el pueblo de Dios, la anchura y la longitud, la altura y la profundidad del amor de Cristo, y experimentar ese amor que sobrepasa todo conocimiento humano, para que así queden ustedes colmados con la plenitud misma de Dios.
(Eph 3:8-12, 14-19)
La devoción al Sagrado Corazón de Jesús nos invita al misterio de la Encarnación: que nuestro Dios tiene un corazón humano.