El amor de Cristo nos impulsa, al pensar que si uno murió por todos, todos murieron. Cristo murió por todos para que los que viven ya no vivan para sí mismos, sino para aquel que murió y resucitó por ellos.
(2 Cor 5:15-21)
A la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús le sigue la fiesta del Inmaculado Corazón de María. Como nos recuerda San Pablo, "el amor de Cristo nos impulsa". María siempre nos lleva a seguir el amor de su Hijo que se entregó a si mismo por nuestra salvación.