Entre las que nos escuchaban, había una mujer, llamada Lidia, de la ciudad de Tiatira, comerciante en púrpura, que adoraba al verdadero Dios. El Señor le tocó el corazón para que aceptara el mensaje de Pablo. Después de recibir el bautismo junto con toda su familia, nos hizo esta súplica: “Si están convencidos de que mi fe en el Señor es sincera, vengan a hospedarse en mi casa”. Y así, nos obligó a aceptar.
(Hechos 16:11-15)
Dios nos une en el camino de la fe y coloca a las personas en nuestras vidas en el momento justo. Lo que puede parecer pura casualidad, en una reflexión más profunda revela una mano guiadora en acción. Hoy es la fiesta de San Damián de Molokai, el sacerdote leproso que trajo nuevas esperanzas a las personas desesperadas.