Ya cerca del pueblo a donde se dirigían,
él hizo como que iba más lejos;
pero ellos le insistieron, diciendo:
“Quédate con nosotros, porque ya es tarde
y pronto va a oscurecer”.
Y entró para quedarse con ellos.
Cuando estaban a la mesa,
tomó un pan, pronunció la bendición,
lo partió y se lo dio.
Entonces se les abrieron los ojos
y lo reconocieron, pero él se les desapareció.
Y ellos se decían el uno al otro:
“¡Con razón nuestro corazón ardía,
mientras nos hablaba por el camino
y nos explicaba las Escrituras!”
Se levantaron inmediatamente
y regresaron a Jerusalén,
donde encontraron reunidos a los Once
con sus compañeros, los cuales les dijeron: “De veras ha resucitado el Señor
y se le ha aparecido a Simón”.
Entonces ellos contaron lo que les había pasado en el camino
y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
(Lc 24:28-35)
Todavía lo reconocemos “al partir el pan”. Es el Señor Resucitado quien nos habla las palabras de vida eterna mientras anda con nosotros en el camino.