Estas reflexiones salen de más que 40 años de ministerio como sacerdote católico. Pasé la mayoría de estos años en la Diócesis de Charlotte que está situada en Carolina del Norte occidental de los Estados Unidos. Ahora, estoy jubilado, y vivo en Medellín, Colombia, y sigo sirviendo como sacerdote en la Arquidiócesis de Medellín.

Esto dice el Señor a su pueblo: “No hagas sufrir ni oprimas al extranjero, porque ustedes fueron extranjeros en Egipto. No explotes a las viudas ni a los huérfanos, porque si los explotas y ellos claman a mí, ciertamente oiré yo su clamor; mi ira se encenderá, te mataré a espada, tus mujeres quedarán viudas y tus hijos, huérfanos.
(Ex 22:22-23)

Uno de ellos, que era doctor de la ley, le preguntó para ponerlo a prueba: “Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la ley?”
Jesús le respondió: “Amarás al Señor, tu Dios . . . Éste es el más grande y el primero de los mandamientos. Y el segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
(Mt 22:35-39)

Yo crecí en la iglesia Bautista en el cinturón de la Biblia. Todo el mundo citaba la Biblia. De hecho, para los niños había un esgrima bíblico . . . para practicar buscando un pasaje de la Biblia tan pronto posible. Pero este pasaje del Libro de Exodo NUNCA fue mencionado, NUNCA fue citado, NUNCA fue parte del entrenamiento. Amar a Dios está bien . . . pero amar al prójimo fue otra cosa. Por eso cuando le hicieron pregunta tramposa a Jesús, “Maestro ¿cuál es el mandamiento más grande de la ley?” A veces nos olvidamos que “Amar al prójimo” es igual a “Amar a Dios”.