Esto dice el Señor a su pueblo: “No hagas sufrir ni oprimas al extranjero, porque ustedes fueron extranjeros en Egipto. No explotes a las viudas ni a los huérfanos, porque si los explotas y ellos claman a mí, ciertamente oiré yo su clamor; mi ira se encenderá, te mataré a espada, tus mujeres quedarán viudas y tus hijos, huérfanos.
(Ex 22:22-23)
Uno de ellos, que era doctor de la ley, le preguntó para ponerlo a prueba: “Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la ley?”
Jesús le respondió: “Amarás al Señor, tu Dios . . . Éste es el más grande y el primero de los mandamientos. Y el segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
(Mt 22:35-39)
Yo crecí en la iglesia Bautista en el cinturón de la Biblia. Todo el mundo citaba la Biblia. De hecho, para los niños había un esgrima bíblico . . . para practicar buscando un pasaje de la Biblia tan pronto posible. Pero este pasaje del Libro de Exodo NUNCA fue mencionado, NUNCA fue citado, NUNCA fue parte del entrenamiento. Amar a Dios está bien . . . pero amar al prójimo fue otra cosa. Por eso cuando le hicieron pregunta tramposa a Jesús, “Maestro ¿cuál es el mandamiento más grande de la ley?” A veces nos olvidamos que “Amar al prójimo” es igual a “Amar a Dios”.