Estas reflexiones salen de más que 40 años de ministerio como sacerdote católico. Pasé la mayoría de estos años en la Diócesis de Charlotte que está situada en Carolina del Norte occidental de los Estados Unidos. Ahora, estoy jubilado, y vivo en Medellín, Colombia, y sigo sirviendo como sacerdote en la Arquidiócesis de Medellín.

No es que exista otro Evangelio; lo que pasa es que hay algunos que los perturban a ustedes, tratando de cambiar el Evangelio de Cristo. Pero, sépanlo bien: si alguien, yo mismo o un ángel enviado del cielo, les predicara un Evangelio distinto del que les hemos predicado, que sea maldito. Se lo acabo de decir, pero se lo repito: si alguno les predica un Evangelio distinto del que ustedes han recibido, que sea maldito.
(Gál 1:7-8)

¿Quienes son estos perturbadores que estaban predicando otro evangelio? Supuestamente, eran espías enviadas por Santiago y la comunidad de Jerusalén para fracasar la misión de San Pablo a los gentiles (los no judíos). Desafortunadamente, las fuertes palabras de San Pablo, “que sea maldito” (anatema), han sido incorporadas en el vocabulario de la iglesia: “anathema sit”. “Anathema sit” fue muy común en los documentos de todos los concilios de la iglesia. Lo notable es que en los documentos del Segundo Concilio Vaticano (1962-1965) no aparece ningún “anathema sit”.

La foto de hoy es de los obispos del Segundo Concilio Vaticano en la Basílica de San Pedro, Roma.