Estas reflexiones salen de más que 40 años de ministerio como sacerdote católico. Pasé la mayoría de estos años en la Diócesis de Charlotte que está situada en Carolina del Norte occidental de los Estados Unidos. Ahora, estoy jubilado, y vivo en Medellín, Colombia, y sigo sirviendo como sacerdote en la Arquidiócesis de Medellín.

Hermanos: Por lo que toca a la venida de nuestro Señor Jesucristo y a nuestro encuentro con él, les rogamos que no se dejen perturbar tan fácilmente. No se alarmen ni por supuestas revelaciones ni por palabras o cartas atribuidas a nosotros, que los induzcan a pensar que el día del Señor es inminente. Que nadie los engañe en ninguna forma. (2 Tes 2:1-3)

Pobre San Pablo . . . tenía aguantar muchas tribulaciones: persecuciones, palizas, la cárcel, naufragios . . . y peor de todo, otros cristianos escribiendo cartas falsas en su nombre. Y ¿para qué? Para asustar a la gente con el final del mundo. Pues, dos mil años después seguimos con las mismas tonterías. Y ¿que nos dice San Pablo? El mismo consejo que el dio a los tesalonicenses: ¡Manténganse firmes y conserven la doctrina que les hemos enseñado!”