Estas reflexiones salen de más que 40 años de ministerio como sacerdote católico. Pasé la mayoría de estos años en la Diócesis de Charlotte que está situada en Carolina del Norte occidental de los Estados Unidos. Ahora, estoy jubilado, y vivo en Medellín, Colombia, y sigo sirviendo como sacerdote en la Arquidiócesis de Medellín.

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Yo les aseguro que si el grano de trigo sembrado en la tierra no muere, queda infecundo; pero si muere, producirá mucho fruto. El que se ama a sí mismo, se pierde; el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se asegura para la vida eterna. El que quiera servirme que me siga, para que donde yo esté, también esté mi servidor. El que me sirve será honrado por mi Padre’’. (Jn 12:24-26)

Siendo el arqui-diácono de la Iglesia de Roma, Lorenzo habría sido elegido el próximo papa. Pero cuando el Papa Sixto y los otros seis diáconos eran ejecutados, Lorenzo fue arrestado. Sabiendo que los diáconos tenían cargo del dinero, el magistrado exigió que Lorenzo traiga todo el tesoro de la iglesia. Lorenzo pidió unos días para recogerlo y mientras tanto regaló todo a los pobres. Cuando regresó a la corte, trajo unos pobres y declaró: “Aquí son las riquezas de la iglesia”. Por su descaro, fue quemado vivo en un asador. En el arte San Lorenzo siempre tiene su asador. Su historia sigue contado en la iglesia.