Hermanos: Cuando les anunciamos la venida gloriosa y llena de poder de nuestro Señor Jesucristo, no lo hicimos fundados en fábulas hechas con astucia, sino por haberlo visto con nuestros propios ojos en toda su grandeza. En efecto, Dios lo llenó de gloria y honor, cuando la sublime voz del Padre resonó sobre él, diciendo: “Éste es mi Hijo amado, en quien yo me complazco”. Y nosotros escuchamos esta voz, venida del cielo, mientras estábamos con el Señor en el monte santo. (2 Peter 1:16-18)
Como los primeros discípulos, hemos estado en el Monte Santo y hemos visto al Señor revelado en gloria. Y como nos dice el Señor, somos sus testigos “hasta los confines de la tierra” (Hechos 1:8). La foto de hoy es el Gran Vitral Occidental de la Basílica de San Lorenzo en Asheville, NC.